La vida a veces te depara sorpresas inesperadas como la que me sucedió con Bauman y La Charca Literaria. En diciembre de 2015 leía Modernidad líquida, de Zygmunt Bauman, y disfrutaba compartiendo las reflexiones del filósofo sobre la liquidez de la vida y de las cosas y recuerdo muy bien que ese mismo mes me llegó un mail de un amigo informándome de su relato en La Charca literaria e invitándome a su lectura. El texto: Una charca con vistas, de Perico Baranda (reproducido en Vida subacuática). Al leerlo, la sorpresa fue mayúscula, porqué Baranda hablaba del pensamiento de Bauman y cuestionaba su teoría sobre la modernidad líquida, burlándose incluso de ese concepto, y aseverando que lo que vivimos hoy no es una modernidad líquida, sino una modernidad fangosa.
Cuando murió Bauman en 2017 escribí un texto sobre el filósofo y me acordé de Perico Baranda y de sus opiniones. Entonces escribí El gusano bidimensional y la tercera dimensión, lo envié a la revista y se publicó en noviembre de 2018. En ese texto hacía un resumen del pensamiento de Bauman, de su concepto de modernidad líquida y alertaba que algunos personajes, como Perico Baranda, ya habían superado el estado líquido y se encontraban definitivamente hundidos en el fango, situación muy comprensible porque hoy en día, como decía el sociólogo, todo el mundo está tremendamente informado pero nadie tiene ni idea de nada, como sucede cuando tienes la cabeza enfangada y no puedes ver con claridad.
Entre mayo y junio de 2019 los charquistas recibimos la propuesta de publicar un libro en papel con los mejores textos de La Charca para celebrar el cuarto aniversario de la revista digital. En uno de los mails, se hacía una propuesta sobre el título:
«Provisionalmente lo hemos llamado Vida acuática, pero… ¿se os ocurre un título que os guste todavía más? ¿Qué tal Sapos y culebras? Si tenéis una buena propuesta, que seguro que sí, responded a este mail con vuestras ideas.»
Mi asombro fue mayúsculo, pues acababa de leer otro libro de Bauman, Vida líquida, y me sorprendió la proximidad conceptual entre ambos títulos. Pronto escribí al editor alertándole de la coincidencia, y advirtiéndole que algunos lectores podrían pensar que Vida acuática era un libro de discípulos del sociólogo que le rendían un merecido homenaje o algo por el estilo. A veces mi subconsciente me lleva a relaciones muy extrañas. Al mismo tiempo, sugería otros títulos para la antología, con el fin de evitar esa coincidencia; reproduzco las propuestas que vertí en mi mail:
«Respecto a los dos títulos que proponéis, Vida acuática o Sapos y culebras, no me acaban de convencer. El de Vida acuática, se parece mucho al del libro de Bauman, Vida líquida; el de Sapos y culebras, parece un monográfico sobre bichos. Buscaría un título más poético, con alguna relación con la charca o con el agua, como: La luna en el charcal, Los colores del agua, Susurros en la charca, etc.» Generalmente, cuando no sé qué proponer suelo elaborar una lista de cosas (en este caso de títulos) para salir del paso y aparentar que ya he hecho los deberes. El editor Nicanor me dio las gracias, pero intuí que no haría caso de mis propuestas porque ni yo mismo creía en su validez como títulos para una antología como la que se estaba preparando.
Al cabo de unos días, recibí (recibimos) otro correo electrónico, esta vez sí, informándonos del título definitivo de la antología: Vida subacuática. Me dije al momento: ahora sí, este título es más adecuado; el prefijo sub- había cambiado mi percepción del asunto y además respondía mejor al tipo de textos que se publican en La Charca Literaria, textos subacuáticos o submarinos, que nacen de las profundidades del alma, del cuerpo, del pensamiento de sus autores.
También pensé en la importancia de los prefijos sobre los lexemas y de algunos títulos de libros que contienen prefijos para ilustrar mejor el contenido de sus páginas. Y me acordé entonces de una antología que publicó Manuel Vázquez Montalbán hacia 1970. En este libro, el autor reunió muchos de sus textos recónditos, pertenecientes a géneros muy distintos: poesía, narrativa, ensayo, teatro, publicidad, dibujos, anagramas, todo sin lógica, orden o concierto. Lo tituló Manifiesto subnormal, con el prefijo sub-, para sugerir que el libro contenía material literario disperso, iconoclasta e innovador. Para mí, la antología Vida subacuática recoge las intenciones y los ingredientes del libro de Montalbán, con su prefijo sub- incluido. Así que ¡larga vida a los prefijos, a La Charca Literaria y a la Vida subacuática! Como dice Isabel Sucunza en el prólogo, en esta antología vamos a encontrar «peces, bichos feos y bonitos, lluvia, plantas, amor, tortazos, muerte, flores, gritos de alegría y de socorro, guerra, libros, pelis…» Que sus lectores tengan, pues, una buena inmersión poética, narrativa y ensayística en Vida subacuática: una obra no está acabada hasta que la lectora o el lector chapotea entre sus páginas y se sumerge en el fango de sus propuestas.