Amores oscuros

Semana de difuntos


Rosa iba a la playa del Somorrostro a leer poesía mientras tomaba el sol. Su poeta preferido era Federico García Lorca, por sus versos a las flores y al amor. En la arena de la playa, Rosa conoció a un joven, un seductor de mujeres, muy dado a la bebida y al hachís. Era un machista camuflado de don Juan.  

Rosa se enamoró de él, lo quería con sus defectos y manías, con su alteración de carácter si le llevaban la contraria; hacía lo que él le pedía: se quedaba en casa, no salía con las amigas, se dejaba gritar; ella lo consentía porque creía en el amor; ella sabía perdonar, pero él era una mala bestia.

Para Rosa el amor se había convertido en un suplicio todos los días y las noches, era un amor frustrado, con violencia sexual que presagiaba un triste final: Rosa murió acuchillada en su apartamento por el joven que conoció en la arena de la playa. Como otras mujeres con el mismo destino, no reconocía a los hombres del «mal» ni sospechaba que pudiera haber amores oscuros y asesinos.

En el tanatorio, la familia repartió esquelas de Rosa con unos versos de García Lorca:  

¡Qué sería la vida sin rosas!

Una senda sin ritmo ni sangre,

un abismo sin noche ni día.

Ellas prestan al alma sus alas,

que sin ellas el alma moría,

sin estrellas, sin fe,

sin las claras ilusiones

que el alma quería[1].


Acabada la ceremonia, introdujeron el ataúd en un coche negro con flores blancas y rojas.

En el cementerio vi, con lágrimas en los ojos, cómo depositaron las cenizas de Rosa en un nicho pequeño, al tiempo que un pensamiento repentino me llenó de escalofríos: «¿Y a ti, Federico, que te gustaban tanto las flores y que escribiste La oración de las rosas, por qué senda los asesinos te llevaron después de tu arresto?, ¿en qué abismo de la tierra te dejaron?, ¿dónde está tu cuerpo?»; y rememoré su guirnalda de rosas: 

¡Esa guirnalda! ¡pronto! ¡que me muero! 
¡Teje deprisa! ¡canta! ¡gime! ¡canta! 
que la sombra me enturbia la garganta 
y otra vez y mil la luz de enero.

Pero ¡pronto! Que unidos, enlazados, 
boca rota de amor y alma mordida, 
el tiempo nos encuentre destrozados
[2].
                             


[1] Federico García Lorca: La oración de las rosas.

[2] Federico García Lorca: Sonetos de amor oscuro.