Decidimos levitar los pies del suelo
ir de blanco al cementerio
las manos tomadas
los dedos cruzados
y un ramo de raíces como ofrenda.
Le rezamos un te quiero al dios de lo posible
y le pedimos telescopios al cielo de los topos.
Todo lo concedieron.
Y de pie, con los brazos en cruz
marcamos el lugar en que nacimos.
Y nos quedamos muy quietos
y dejamos pasar años viendo amanecer
y el ramo de raíces prendió en la tierra
y lo vimos crecer hacia lo hondo
y el tiempo no pasó nunca.
Se equivocaban los oráculos:
al amor no hace falta avivarle las llamas
solo hay que saber cuando enterrarlo
así puede tenerse siempre intacto
en la tierra de los sueños por cumplir.
Fotografías de Susana Blasco