Ammophila arenaria

Casi lloré de emoción al ver esa escena en el cine

 

La apremiante exigencia de la niña apretándole la mano, su sonrisa confiada y el mismo milagro de Ordet (Carl Theodor Dreyer, 1955) deberían figurar por derecho propio y en primer lugar en esta sección si lleva el nombre que lleva. Pero hay en la película otra escena, alrededor del mismo personaje que actúa en ésta, que me produce un mismo efecto, si no superior.

Es el bueno de Johannes, su protagonista. Primero en persona, escapándose por una ventana de la casa una noche, tras dejar escrita una nota. Luego en off, ya de día, con todos los de la familia, dispersados, gritando su nombre: «¡Johannes!», intentando localizarle.

Especialmente emociona ver cómo actúa su rígido y anciano padre. Ha subido por unos escalones de madera enclavados en la arena a lo alto de la duna donde está el tendedero de la granja, y grita al aire, desesperado: «¡Johannes! ¡Johannes!». Sabe que el estado mental de su hijo no le permitirá valerse por sí mismo y teme por su vida. Una música que acompaña de fondo la escena es en parte causante de que se incumplan las reglas que me he marcado como límites para incluir escenas en la sección. Por exceso: ese Casi… de su título se queda bien corto.

Por casa saben que no puedo ver una duna con una ammophila arenaria (he averiguado su nombre rastreando por internet) allí arriba, ondeando al viento, sin que me ponga a gritar: «¡Johannes! ¡Johannes! ¡Johannes!». Por pudor lo hago de espaldas, porque se me quiebra, irremediablemente, la voz.