Alguien

Entre líneas

Fotografía de Dominique Dähncke


La lluvia ha inundado la ciudad y en el agua se reflejan los colores de los edificios y las arboledas. A estas horas las calles están desiertas, solo el eco de tus pasos te acompaña.

Mientras esperas a Alguien, se oyen las campanas de la catedral a lo lejos y un gato salta encima del banco mirándote con curiosidad.

Alguien es quien siempre has soñado encontrar, ese desconocido sin nombre propio y con rostro anónimo. Es pura esperanza, como lo es el futuro y lo que no tiene nombre.

A lo lejos divisas una figura que camina lentamente hacia ti. Su silueta es indefinida, tan solo se aprecia su andar indeciso, pero sea quien sea pasa de largo sin apenas mirarte.

No quieres esperar más y te vas; piensas que tal vez esté en casa. A menudo notas una presencia extraña cuando entras, como si Alguien estuviera allí esperándote, pero nunca lo has visto. Tampoco has visto a Nadie. Ni tan siquiera sabes si ellos dos se conocen.

Te gustaría encontrártelos cualquier día al regresar, y acabar charlando los tres en el sofá como antiguos amigos. Luego recuerdas que Nadie y Alguien son incompatibles, jamás pueden estar uno junto al otro, y con desgana rechazas la idea del sofá y de los tres saboreando un gin-tonic.

Lo que no hubieras imaginado nunca es que, al regresar y abrir la verja del jardín, lo encontrarías en el cobertizo rodeado de azucenas, y que los estorninos se agazaparían al percibir su presencia.

Alguien se te acerca, sus palabras son ligeras como el viento y te habla como si os conocierais de siempre. Se ha perdido, apenas recuerda quién es, y por eso se ha resguardado aquí en el jardín con la esperanza de encontrar otro Alguien que le ayude entre tanto desconcierto.

De noche, a veces, le acompañas y observáis con sigilo detrás del olivo o entre los girasoles. Cuando se oye el canto de las lechuzas imagináis que tal vez sea un presagio y pronto aparezca.

No hay duda: ese otro Alguien anda cerca. Titubea, no sabe qué hacer ni qué decir, pero oculto desde algún rincón os acecha, y hace un instante su sombra ha atravesado el jardín.