
dejé la nube cargada
para hacerla explotar
en este poema
como mandan
los cánones
de la sabiduría popular
…
las cabras
conocen bien esta lluvia
que empapa
la página en blanco
arrancada
del lado azul del cementerio
las cabras de estos versos
no bajan la mirada
ni se esconden tras el trueno
nos miran altivas
quietas
apenas se distinguen
entre el agua que cae furiosa
y los tonos grises del cerro
hoy ni flores ni avispas
ni mariposas ni paseo
ni arrancarnos la ropa
entre las luces rotas de la tarde
hoy ellas
mirándonos fijamente
las únicas
que saben caminar
atravesando el fuego
…
la nube es ahora
una esponja de segunda
goteando quietud sobre mis manos
que se retiran del tablero
abandonando el juego
en este último verso