Ha amanecido tarde y llueven palabras antiguas que acaso alguien perdió alguna vez.
A lo lejos, iluminada con luz tenue, se divisa una tienda diminuta donde prestan palabras; la habita un hombrecillo que se rodea de libros y hojas amontonadas por los rincones.
Sin prisa, he podido leer una retahíla de escritos impresos con letra casi imperceptible y redactados en un tiempo remoto. Allí yacen las palabras olvidadas, las nunca pronunciadas, las que nunca dijiste porque desconocías su nombre, las que no te atreviste a nombrar, las que no te expresaron… Allí está también aquella palabra que perdiste una noche lejana de regreso a casa.
Y sé que son de ayer las palabras que no dices, las que callas, las que omites, pues no es la lluvia sino tú quien, con lenguaje antiguo, tras los cristales escribes.
Fotografía Lolita Lagarto