Lo imposible de decir existe
(Gerard Wajcman)
En la calle, montoncitos de nieve se acumulan en los recodos de las casas dibujando un paisaje lunar que te reconcilia con el cielo y el mundo. El blanco se convierte en silencio y el silencio traza en el papel los tres puntos suspensivos por donde siempre transita.
Te dices que casi todo lo que aún es posible permanece suspendido tras esos tres puntos. Sin ellos no cabría la esperanza, porque si la esperanza habita en algún lugar es ahí, en el silencio, en el vacío de los tres puntos suspensivos, sin duda.
Por eso, si tuvieras que elegir una carta entre todas las que has recibido a lo largo de tu vida elegirías precisamente esa, la que te remitieron tantos años atrás y aún recuerdas, no sabes exactamente por qué.
El sobre contenía una hoja en blanco y en la parte inferior derecha pudiste leer tres puntos suspensivos dibujados en tinta celeste. El dibujo era delicado y preciso, no había nada más, tampoco la firma fue necesaria.
Tal vez recuerdas esa carta porque entreabría un lugar para lo indecible, para lo que no se puede escribir con palabras, un lugar sin preguntas ni respuestas, porque las preguntas no tienen fin y ninguna respuesta basta.