Ese pájaro nos sigue. Tiene dos largas plumas de color herrumbre a modo de cola-toma-a-tierra y un cuerpo de huso o bobina esponjosa. Si hay demasiadas zarzas en el tramo del camino hacia el que avanzamos, el ave nos adelanta, como si quisiera indicarnos que no nos conviene salirnos de lo trillado, aunque sospecho que tanta atención por parte de un pájaro colirrojo solo puede responder a que esté intentando que no descubramos su nido o su mata favorita para comer bayas. Pero, al igual que el miedo, la ilusión es libre y alimenta nuestro ególatra fuego de humanos el sentir que un animalillo capaz de volar prefiere pasear con nosotros, dando saltitos y ejecutando micro vuelos sobre el polvo del mes de agosto, a planear sobre higueras fragantes o sobre meandros de los ríos cercanos. Y me pregunto, ¿jugueteará este ser diminuto con la idea de que nos está pastoreando, o dominando de algún modo? No seré yo quien le contrarie. Pájaro precioso, te seguimos. Seguiré contando.
Más artículos de Mirinda Cristina
- De viaje14-05-2024
- El grito excluyente15-04-2024
- Plaza13-03-2024
- Omnia vincit amor19-02-2024
- Dulce, dulce, dulce Navidad22-12-2023
- Suaves mantas, feliz Navidad12-12-2023
- Difunta fantasía02-11-2023
- Planta de sombra05-10-2023
- Tarde19-09-2023
Ver todos los artículos de Mirinda Cristina