Nabor Farinyes y Praxíteles Vinagre son poetas de fama que se reúnen en el bar de los literatos con una intención inhóspita: ejercer, los dos, de jurado del certamen poético más importante de la ciudad. Y en verdad lo consiguen fácilmente.
Como miembros del jurado, proponen a los afines del régimen que se presenten a los premios y siempre logran que los otros miembros floreros del jurado se decanten por las obras que ellos quieren premiar.
Valentina Valor y Edgar Aiguasenosa son dos poetas jóvenes que se presentan a los premios y no consiguen el reconocimiento de sus poéticas transgresoras, rompedoras, lúcidamente salvajes, experimentales; sus poemas conectan con el arte, la música, el cine, la filosofía… Los dos jóvenes poetas se preguntan por qué la mayoría de las obras premiadas en los últimos años son de autores autocomplacientes, que parece que escriban versos para satisfacer a las tietes; también les resulta sospechoso que los premios recaigan siempre en poemarios de la experiencia impregnados de sentimentalismo del yo, sensibilidad pequeñoburguesa e intimidad mentecata.
—Edgar, los premios huelen a efluvios malignos, a aguas estancadas, deberíamos investigar— dice Valentina Valor.
—Sí, Valentina, huele a tufo del pasado, a poesía camaleónica, a experiencialistas del: «me he enamorado», «me hago mayor», «como un croissant», «estoy solo» y otros tópicos similares— dice Edgar Aiguasenosa.
Valentina y Edgar indagan sobre los miembros del jurado que repiten en los últimos años. De Nabor Farinyes, descubren que es un poeta de la experiencia que trabaja en una editorial de prestigio en la ciudad, dirige una revista literaria y antaño tuvo un cargo en Cultura. Vive en una casa en la zona residencial más cara de la ciudad, parece ser que la heredó de su familia, ¡vete tú a saber!, es coleccionista de pistolas. Después escudriñan en la vida y la obra de Praxíteles Vinagre, escritor de poesía sentimental que trabaja de técnico de gestión cultural en el Ayuntamiento y publica artículos en algunos periódicos. Los fines de semana Praxíteles frecuenta el Club Náutico de la ciudad; después de navegar unas horas en su embarcación de vela, escribe versos en el bar del náutico frente al mar. Praxíteles es coleccionista de cuchillos y objetos marinos.
Valentina y Edgar leen las obras de la dupla del régimen, se informan de los premios recibidos, de sus publicaciones en revistas literarias y de las críticas a sus obras que han escrito otros poetas, premiados en certámenes en los que los dos psicópatas de la poesía han ejercido de jurado.
Una noche de primavera, en el certamen poético más celebrado en la ciudad, Valentina Valor y Edgar Aiguasenosa obtuvieron el primer y el segundo premio respectivamente. ¿Cómo fue eso? ¿Hubo alguna amenaza o chantaje? ¿Qué habían descubierto?: ¿premios amañados?, ¿cenáculos auspiciados por el poder?, ¿caciquismo cultural?, ¿mafia poética?, en fin, ¡déu-n’hi-do!