La esperanza me parece un don
Marta Kallmeyer
La idea sería
dejar de ver alejarse los barcos,
desatender la turbulencia expectante,
tenerse paciencia para la metamorfosis
en el animal deseado,
iniciar el ritual,
quitarse desde la última capa
hasta la más inmediata,
desnudez de madera y luz,
quedarse inmóvil
en la negrura más cómoda
el tiempo que haga falta,
hasta que sea el movimiento
quien decida.
Hay muchas formas
de desnudarse
pero hoy es necesaria esta:
existir sin nube,
sin la innumerable presencia
de los horizontes que acortan
y las rocas que son de otros,
no permitir heridas
de puñales que no existen,
hacer de la alternativa
un punto del mapa,
decir que sí,
que el allá ya no existe,
acariciarse
desde la epidermis hacia el núcleo
y sentirse llegar a algún lugar,
como, por ejemplo,
aquí.