Los sinsabores de un corrector de textos italiano

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Luigi di Pietro ganó las elecciones para elegir a los representantes de los trabajadores en Greco Edizioni. Luigi había leído a Friedrich Engels, Karl Marx y el Manifiesto, pero ya no era comunista, se había pasado al anarquismo sin saberlo nadie; él se movía en la estricta clandestinidad ideológica aprovechando las fisuras del Sistema.

Greco Edizioni publicaba textos literarios y científicos y traducía obras al italiano. Se trabajaba en una planta baja con acceso a un sótano en la Via del Corso, entre la piazza del Popolo y la piazza Venezia, cerca de la Fontana di Trevi.

Rossi Martini, jefe de la Sección de Corrección de Textos, le preguntó a Luigi sus intenciones como representante de los trabajadores y, sin tiempo para responderle, le espetó que era un pésimo corrector y que sería un sindicalista pusilánime. El acoso de Rossi le sentó a Luigi como un puñetazo en el estómago, pero ese acoso ya lo había padecido antes de ganar las elecciones. Luigi mostró serenidad ante el descrédito y se defendió como siempre, sin palabras, con una mirada desafiante a los ojos de Rossi, una mirada que duraba unos segundos, pero unos segundos que parecían una eternidad. A Rossi Martini esa mirada de Luigi le sacaba de quicio y al ponerse nervioso le titilaba el ojo izquierdo. Luigi se esperaba con aplomo a ver el temblor del ojo, así sabía que ya estaba carcomiendo la moral de Rossi.

Martini repartía el trabajo cada mañana con puntualidad. A Luigi le daba textos científicos con complejidades más allá de la corrección lingüística y de la de estilo; los textos requerían muchas consultas léxicas y una inmersión conceptual y semántica en la materia.  Aunque Luigi seguía los criterios de la editorial, Martini siempre encontraba algún «pero» en las correcciones, generalmente se trataba de la puntuación, cifras, unidades, símbolos matemáticos, abreviaturas de elementos químicos en textos de matemáticas, química, física…  Cuando Martini se quedaba sin argumentos, acusaba a Luigi de ser un corrector de mierda y un infame sindicalista. Luigi le miraba a los ojos, como siempre, con una mirada desafiante, y entonces a Martini le volvía a titilar el ojo izquierdo.

Un día la traductora de textos del francés al italiano, Arlette Bernard, a quien le quedaban pocos días para dar a luz, comentó a Luigi que el gerente le había dicho que escogiera entre dos opciones: cuatro días de baja por maternidad o el despido, y le preguntó si podía hacer algo por ella. Ese fue el primer conflicto de Luigi como sindicalista. Habló con Coppola Catalano, el gerente, y este, a regañadientes, aceptó que Arlette disfrutara de unos días más de baja por maternidad. Eran tiempos de tinieblas y las empresas, si podían, se aprovechaban de las circunstancias de las mujeres.

El segundo conflicto fue por el importe de las horas extras. Luigi convocó una reunión de trabajadores a primera hora de la tarde y les dijo que no aceptaran la propuesta fraudulenta de la empresa, ante el enfado histérico del gerente. Este citó a Luigi en su despacho y lo amenazó con el despido si se enfrentaba otra vez a sus criterios.

El tercer conflicto de Luigi con Greco Edizioni no tuvo nada que ver con el sindicalismo. Una tarde encontraron a Rossi Martini desangrándose con un corte profundo en la yugular, murió sentado en la silla de su despacho del sótano con la cabeza encima de la mesa y empapado de sangre, sangre que al caer de la mesa formaba ramificaciones rojas sobre el mármol de color beige del suelo que llegaban hasta la puerta. Empezaron a correr voces de que Martini tenía conflictos con Luigi, de que siempre mantenían agrias discusiones sobre correcciones textuales.

La Gendarmería se hizo cargo del homicidio; de inmediato interrogaron al personal. Registraron todo el local para buscar el arma homicida. En el saco de Luigi, que estaba con su gabardina dentro del ropero, los carabinieri encontraron unos panfletos que decían:

«TRABAJADOR Y TRABAJADORA: SOLIDARÍZATE, LUCHA CONTRA EL DESPIDO LIBRE, ROMPE TU SILENCIO, EXTENDAMOS LA HUELGA».

Los panfletos estaban dentro de las páginas del libro Errico Malatesta. La vida de un anarquista, de Max Nettlau, de la colección Pensadores y Propagandistas del Anarquismo, de la Editorial La Protesta, publicado en Buenos Aires en 1923. Los carabinieri detuvieron a Luigi por sospecha de homicidio.

A los tres meses Luigi salió de la cárcel. Antonella Caruso, correctora de textos literarios, confesó que ella acabó con la vida de Martini. Los dos habían mantenido una relación amorosa sadomasoquista en los últimos años hasta que él se enamoró ciegamente de Wendy Smith, la bella traductora de inglés contratada recientemente por el gerente. Antonella, por despecho y con sadismo, se vengó de Martini.

Con la libertad recobrada Luigi fue a Greco Edizioni para incorporarse de nuevo a su trabajo. El conserje le prohibió la entrada y lo empujó hacia la calle. Luego salió Coppola Catalano y le dio los papeles del despido sin mirarle ni siquiera a los ojos. Más tarde Luigi se enteró de que lo despidieron porque en la ficha de antecedentes criminales de los carabinieri había la anotación siguiente:

«Luigi di Pietro: corrector de textos anarquista, peligroso para la seguridad del Estado y las empresas; seguidor del anarquista Errico Malatesta, adversario de Benito Mussolini, ‘il Duce’».