Y vas cortando el tronco
de la vida toda
separando las ramas de las astillas
Y vas quedándote con pocas hojas mustias
porque las más fértiles
volaron en una ráfaga de viento
como tus canas y tu pena
Y en tu silencio llevas al niño
de ojos desgarrados cubiertos de lo ingenuo
envuelto en lluvia, azules y hambre
Y regresas al árbol para vislumbrar en su corteza
las pocas alegrías de tu historia
Y prendes el cabo de una vela
para seguir alumbrando los días
sus palabras
haciendo del momento
un milagro
meciéndote en la noche hasta matarla
Y así siempre
pensando en el dolor de la vida
en las alas de las libélulas
en los ojos cerrados.