Bebo, luego existo.
-W.C.Fields-
La lengua de los niños y de los borrachos no conoce límites. Cuando un borracho despotrica contra el mundo o un niño suelta alguna grosería sentimos que, finalmente, alguien ha dado en el clavo y surge la carcajada. Sobre este fenómeno escribía Sigmund Freud en su ensayo El chiste y su relación con el inconsciente (1905) que la risa funciona como un mecanismo rápido de descompresión emocional frente a una sociedad que nos oprime y neurotiza.
La mayoría de las personas adultas evitamos ir por ahí diciendo verdades. Que las fiestas navideñas son un coñazo, que nuestros sobrinos son insoportables, que su madre lo es todavía más, incluso que el mundo en su conjunto nos repugna y hay ratos en que preferiríamos morirnos de asco en la soledad de una cueva en el Ártico que seguir fingiendo buen rollo con nuestros familiares y amigos, eso es algo que podemos pensar, pero no decir. A los niños se les perdona porque son (presuntamente) inocentes; a los borrachos, porque intuimos que alguna vez podríamos vernos en su situación. «Estoy libre de todo prejuicio: odio a todo el mundo por igual», dice el alcohólico tambaleándose a nuestro lado. ¡Aplausos! La frase puede sonar demasiado fuerte, pero tiene autor y firma: W.C. Fields, actor cómico de la primera mitad del siglo XX, conocido borrachín, especializado en decir inconveniencias.
Se llamaba William Claude Dukenfield, nació en Filadelfia el veintinueve de enero de 1879, y dedicó su vida —que concluyó en 1946— a la comedia. Empezó ejerciendo de malabarista en teatros de variedades, actuó en la radio, grabó discos con monólogos desternillantes y, sobre todo, apareció en películas, primero en el cine mudo y después en el sonoro, ejerciendo de individuo dicharachero y ridículo. Adoptó la abreviatura de W.C. Fields porque le encantaba que su nombre artístico evocara el water closed, coincidencia que encajaba muy bien con su temperamento prosaico. Le gustaba comer a mansalva, fumar apestosas tagarninas y, por supuesto, beber sin moderación. Sus frases sobre el consumo de alcohol son un compendio de impertinencia y sabiduría ramplona: «Nunca bebo agua. Me preocupa que se convierta en un hábito».
W.C. Fields compuso para el cine papeles de alcohólico de nariz roja, capaz de burlarse de cualquier convención hipócrita, aunque al parecer esa era realmente su verdadera personalidad. Le gustaba aparentar que bebía más de la cuenta y que odiaba a las mujeres, los niños, los perros y las fiestas navideñas. Todo un modelo de incorrección política: «Las mujeres son como los elefantes. Me gusta mirarlas, pero no me gustaría tener una», o bien «Nadie que odie a los niños y a los perros puede ser del todo malo».
Hay que verle en películas como The Old Fashioned Way (1934) de William Beaudine, donde actúa con Baby Le Roy, un bebé que le lanza cucharadas de nata a la cara, le estira de la nariz y hunde su reloj en un cuenco de melaza. Cuentan que el odio que sentía W.C. Fields por ese niño le llevó a meterle ginebra en el biberón y a acusarlo de borracho. En A mí no me engaña nadie (You Can’t Cheat an Honest Man, 1939) de George Marshall, interpreta al dueño de un circo de mala muerte abrumado por las deudas. En My Little Chickadee (1940), de Edward F. Cline, comparte cartel con la pechugona Mae West. Pero su película favorita fue seguramente Detective a la fuerza (The Bank Dick, 1940), también de Edward F. Cline, comedia en la que, aparte de ser el protagonista, firmó el guion con el curioso seudónimo de Mahatma Kane Jeeves. En la película, interpreta a un bebedor que, por casualidad, detiene a un atracador de bancos y desarrolla una fulgurante carrera de detective, prácticamente a su pesar, pues él incluso intenta participar en una estafa1. Según la National Society of Film Critics, la película The Bank Dick es una de las 100 películas esenciales del siglo XX. Además, Kubrick lo incluyó entre sus 10 películas favoritas. No debe extrañarnos: W.C. Fields fue uno de los cómicos más influyentes del Hollywood clásico, admirado por Woody Allen, David Lynch o los Monty Python, que con frecuencia se inspiraron en él.
El sarcasmo de Fields provenía seguramente de su visión del mundo, de sus orígenes humildes y su forma despectiva y desencantada de entender la vida. Sus dichos y diretes en películas y declaraciones públicas así lo atestiguan. A veces aparece en los films como un tipo ridículo y risible; entonces, el público se ríe de él. Pero cuando subvierte las más elementales normas del decoro, el público pasa a reírse con él, dando rienda suelta al gamberro oculto que todos llevamos dentro. Esto también lo teorizó el doctor Freud: cuanto mayor es la ruptura de la norma, cuanto más se quebranta el orden social, el humor resulta más ácido, más mordaz y, por tanto, más socialmente inaceptable, pero, a la vez, más hilarante.
Nunca sabremos hasta qué punto W.C. Fields fue tan cáustico como lo pintan. En los estudios de cine para los que trabajó (Paramount, Universal) mantuvieron ese estereotipo en sus departamentos de publicidad, y en los libros que hablan sobre él se insiste en la misma cantinela. Sin embargo, su nieto Ronald Fields, en la biografía que escribió sobre su abuelo2 dejó claro que W.C. Fields estuvo casado (luego se separó), amaba a su hijo, se ocupaba económicamente de él y disfrutaba con sus nietos. A medida que cumplía años y abusaba del alcohol, su salud fue empeorando: «Bebía tanto por la salud de los demás —decía— que terminé perdiendo la mía».
Suele pasar que los borrachines son también individuos sentimentales. De él se cuenta que cuando estaba moribundo (los excesos con el alcohol lo llevaron a una muerte temprana a los sesenta y siete años), Carla Monti, su última compañera, salió del bungalow donde vivían y apuntó con una manguera al techo para que Fields oyera por última vez su sonido favorito, que era el de la lluvia cayendo sobre el tejado, un sonido que asociaba a la excitación sexual.
De acuerdo con el documental para la televisión W.C. Fields Stright Up (Joseph Adamson, 1986) la muerte del actor ocurrió de esta manera: sonrió, guiñó el ojo con picardía a su enfermera, se puso un dedo sobre los labios y falleció.
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1Existen en Youtube algunas recopilaciones de escenas protagonizadas por W.C. Fields, como el documental The Art of Offense (https://www.youtube.com/watch?v=bXA9b_RroaI), o este otro, centrado en su odio hacia los niños: https://www.youtube.com/watch?v=qsfv9KpNMmI.
2Ronald Fields: W. C. Fields by Himself. His Intended Autobiography (1973).