Ventanas indiscretas

Los lunes, día del espectador

James Stewart, ejercieindo de voyeur en Rear Window (1954), de Alfred Hitchcok

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Pese al tiempo transcurrido desde su estreno, La ventana indiscreta (Rear Window’ (1954) de Alfred Hitchcok todavía nos ofrece posibilidades interpretativas. El film llevó a la critica y a los estudiosos a considerar que se trataba de la construcción del espectador de cine como voyeur. La historia que cuenta y la puesta en escena daban pie a esa tesis: da comienzo con un travelling descriptivo que, tras mostrar el patio interior de una serie de viviendas en una gran ciudad, se introduce por la ventana del apartamento del protagonista, L. B. Jefferies, «Jeff» (James Stewart), periodista y fotógrafo confinado en una silla de ruedas tras un accidente en una pista de carreras. Jeff se dedica a observar a sus vecinos de enfrente. Mira con atención cada detalle y descubre los secretos y características íntimas de cada uno: la bailarina, la solterona, el matrimonio del perrito, el músico, los recién casados. Como resultado de sus horas espiando a sus vecinos sospecha que en un apartamento se ha cometido un asesinato. Esta trama se superpone con la relación entre Lisa (Grace Kelly) y Jeff.

Puede decirse que se trata de una analogía de la experiencia de ver, del papel del espectador en el cine mediante la construcción de un personaje protagonista que permanece estático en un espacio sin ser visto (al igual que una cámara cinematográfica a la que en el modo clásico no se puede mirar, o la cuarta pared del teatro). En definitiva, entre las ventanas de los vecinos y las pantallas cinematográficas. Vendría a explorar la fascinación del acto de mirar y la atracción de aquello que está siendo observado. El film tan solo muestra este apartamento, el patio y las ventanas de otros apartamentos a los que da la amplia ventana de atrás de Jeff. Cuando este observa al vecindario, lo que aparece en la pantalla es un espacio fragmentado de forma múltiple: el muro del patio es una superficie dividida uniformemente en plantas y ventanas, un espacio limitado y dividido que crea un efecto de frontalidad. Los vecinos de enfrente se muestran como viñetas de un comic o un storyboard, es decir, las escenas dibujadas del guion de un film antes de comenzar a rodar. No por casualidad al año siguiente los italianos publicaron una fotonovela del film, Finestra sul cortile.

Algunos sostienen que habría una analogía entre los ojos y las ventanas de esta película muy próxima a las metáforas de ventanas empleadas por los pintores surrealistas.  Es una analogía muy forzada, pues en los cuadros de Dalí, Magritte y Chagall las ventanas son espacios interiores, una evocación lírica de la memoria, el pasado y el presente, lo imaginario y lo real.  Invitan a imaginar y a divagar. El film, además, utiliza una escenografía teatral desde su apertura: tres cortinas se suben de una en una a modo de telón, introduciendo el título y los créditos y destapan la ventana.

John Michael Hayes, adapta muy libremente, a petición de Hitchcock y bajo su control, el relato corto de Cornell Woolrich en que se basa el film, añadiendo elementos que no formaban parte de la historia original, pero que estaban en la línea del director y de las características de su obra: la figura femenina. A pesar de que en cada departamento se desarrolla una historia distinta, todas hablan de un tema: el amor. Es aquí donde Hitchcock nos presenta el antagonismo que existe en las relaciones amorosas de los vecinos observados. Unos buscan “estabilizar su vida” mediante el matrimonio, mientras que otros prefieren algo más informal, sin comprometerse. Jeff huye de la responsabilidad de aceptar o no la proposición de matrimonio de Lisa, para mantener su modo de vida como reportero que viaja y se ve envuelto en peligros y aventuras.

La implicación del espectador en la película no es ninguna novedad, pues la idea de suspense y sorpresa está presente en casi todos los filmes de Hitchcock. El suspense se produce porque el espectador tiene más información que los personajes, pero no puede intervenir, no se puede introducir en la película. Sí lo hace Lisa en La ventana indiscreta al saltarse la línea roja que el voyeur debe respetar cuando decide entrar en el apartamento del sospechoso, como hacía el proyeccionista de Buster Keaton en El moderno Sherlock Holmes (1924). Es en ese punto donde la película trasciende su juego cinéfilo y se transforma en algo más. La ventana indiscreta sería la victoria de una mujer al conseguir al hombre que ama entrando en su juego. Jeff, que va dando largas a la idea del matrimonio, es un sujeto pasivo que más que vivir la vida, la observa, él es el voyeur, aunque a la vez nos arrastre como espectadores a compartir su punto de vista: vamos construyendo la historia, nos metemos en la intriga, hacemos hipótesis o suposiciones sobre el relato. Y nos implicamos emocionalmente con el personaje, no queremos que lo descubran, sea voyeur, psicópata, asesino, espía, impostor u otra cosa que sabemos y los demás no. No es que seamos “cómplices”, pero nos acabamos implicando en su juego o perversión Eso sí, sin traspasar la cuarta pared y llegar a la visión torturada y desvelada del espectador de los Funny Games (1997) de Haneke.

No se ha insistido lo suficiente en que en el personaje de Jeff encontramos una inversión de la idea de la “pata quebrada…” del modelo patriarcal, magistralmente expuesto en Tristana (1970) por Luis Buñuel y que tanto impactó a Hitchcock, en concreto el miembro amputado que se ve fugazmente en Tristana. El reto de descubrir si el vecino de enfrente es un asesino lleva a que la mujer se active ante un sujeto pasivo, como ocurre en otros films de Hitchcock. Por citar solo un ejemplo, en Los pájaros (1963) la protagonista, Melanie, toma la iniciativa para hacer avanzar la relación yendo al pueblo costero Bodega Bay, donde vive Mitch. Allí se va encontrar con la madre del joven, cuya parte emocional e inconsciente va a desencadenar la revuelta y los ataques de los pájaros, sus picotazos. Pese a todo, no sale malparada, acaba protegiendo y cuidando a la suegra y cesan los ataques.

En La ventana indiscreta Lisa sale victoriosa. Prueba de ello es la secuencia de la alianza que la joven se pone en la mano para que Jeff vea desde el otro lado que ha conseguido la prueba que buscan. Y en el final del film vemos que Lisa cambia el libro de viajes por una revista de moda cuando Jeff, escayolado ahora de las dos piernas, se queda dormido. Es la derrota de Jeff, que no va a poder mantenerse al margen de la realidad, de la vida convencional. No es que la verdadera belleza y el poder sean femeninos, como ha dicho algún crítico, sino la manifestación de la misoginia de Hitchcock en un film que, en un relato de suspense y de intriga, lo que plantea en el fondo son las relaciones entre el hombre y la mujer. Los filmes posteriores inspirados en La ventana indiscreta se han centrado solo en la mera intriga, creándose casi un género. Así Doble cuerpo (1984) de Brian De Palma, que combina La ventana indiscreta con Vértigo, La chica del tren (2016) de Tate Taylor, La mujer en la ventana (2021) de Joe Wright o La mujer de la casa de enfrente de la chica de la ventana (2022), una serie de comedia negra e intriga paródica de Michael Lehman, y también Mirada indiscreta, serie de Marcela Citterio en la que Miranda, una hacker voyeur espía con binoculares, cámaras y computadoras pirateadas a su vecina Cléo, una prostituta de lujo que vive en el edificio de enfrente. Pero un día, Cléo debe salir de viaje y le pide a Miranda que cuide de su perro y entones se ve arrastrada a una peligrosa investigación.  

Algún crítico ha subrayado que la incursión de Jeff en la intimidad de los vecinos en La ventana indiscreta se asemeja a la actual exposición constante y consciente de la privacidad de las personas en las redes sociales. La cuestión es ahora más compleja: dejando a un lado el panóptico que crea la proliferación de las cámaras de seguridad, los usuarios son víctimas y a la vez verdugos. Observan, pero también son observados. La ventana ha sido reemplazada por las pantallas del móvil y del ordenador, no solo para mirar, sino también para exhibirse, ser mirado y conseguir audiencia y seguidores. En cualquier caso, lo que importa es estar conectado y que todo sea fotografiado y grabado aun corriendo el riesgo de ser víctima de acoso, chantaje o humillación, como se observa en muchas series y films. De ahí que en alguna película como El extraño (2022) de Chloe Okuno, se inviertan los papeles: una mujer que pasa mucho tiempo sola en Bucarest al seguir el trabajo de su marido se obsesiona y angustia con que es observada constantemente por un vecino del edificio de enfrente.