Vacaciones en el mar

Leído por ahí


Hoy el Jefe ha amanecido radiante. Le he visto aparecer desde detrás de la cortina que nos separa de sus aposentos y plantarse en la redacción de La Charca Literaria con la sonrisa en los labios, fingiendo interés por lo que hacíamos: «Se acabó, Nicanor. Mañana cerramos la revista hasta septiembre. ¿A dónde piensa ir de vacaciones? ¿Y usted, señorita Lagarto —una de nuestras más preciadas editoras—, qué hará usted en estos meses de asueto?» Lolita Lagarto ha sonreído con timidez y ha musitado: «Todavía no lo sé, admirado Jefe». Por su parte, Myriam Soteras, habitualmente absorta en sus quehaceres, no ha reprimido las ganas de hablar:

—Yo aprovecharé para visitar a una amiga que vive en Tenerife. Todavía no me ha invitado, pero si lo hace, allí estaré.

—Pues yo pasaré la mitad de julio en la playa y la otra mitad en la montaña, en casa de mis suegros —ha apuntado Caifás, el coordinador de correctores—. Pensaréis que es poca cosa, pero luego, en agosto, pienso irme a Finlandia o a Noruega…

—¿Finlandia? —ha terciado Angelines, nuestra correctora más derrotista—. Yo estuve en Finlandia hace un par de años y te advierto que no vale la pena. Mucho fiordo, mucha foca y demasiado bacalao. Seco y en remojo. Yo prefiero, con mucho, Cartagena.

De repente he comprendido que el interés del Jefe por nuestras vacaciones respondía al deseo de que le preguntáramos por las suyas. La gente suele interesarse por los demás por pura cortesía o cuando desea que se le pregunte por lo que se trae entre manos.

—Saben ustedes que llevo mucho tiempo sin salir de casa —el Jefe se refería, veladamente, a sus dos operaciones de cadera, su solitaria condición de viudo sin hijos y sus limitaciones económicas—. Pero este año será diferente. Me voy de vacaciones con dos de nuestros colaboradores a una ignota playa del litoral levantino, una playa de piedras en una zona por domesticar, naturaleza en bruto, próxima a la desembocadura de un río seco, entre huertos de sandías y cañaverales.

Al escuchar semejante descripción he caído en la cuenta de que se trataba de la zona pantanosa donde, hace unos años, Perico Baranda quiso construir una ciudad de cemento con el beneplácito del gobierno municipal. La operación se saldó con un sonoro fracaso y varias imputaciones penales. El otro acompañante no podía ser sino Marcial Sileno, quien me había hablado de un bloque de pisos abandonado, a merced de quien se atreviera a tirar la puerta abajo y enchufar la corriente eléctrica en la farola más próxima.

—Me voy con Marcial Sileno y Perico Baranda, efectivamente, a un apartamento frente al mar —nos ha confirmado el Jefe—. Se trata de un quinto piso sin ascensor, con una terraza enorme. Me subirán hasta allí el primer día y desde la terraza los veré gozar del agua, los pedruscos y las medusas. Puede que incluso los vea ligar. Por lo que me han dicho, hay mucha hembra separada en esa playa. Les he advertido, sin embargo, que yo no estoy para esos trotes. Me limitaré a contemplar el panorama, beber cerveza y releer La Charca Literaria. Lo principal es que, después de tantos años pendiente de mi salud, voy a disfrutar de unas vacaciones en el mar.

No he podido sino torcer el gesto y preguntar. Al fin y al cabo el Jefe no es mal tipo y ciertamente no se merece según qué cosas.

—¿Está usted seguro de que es buena idea? ¿Quién pagará el apartamento?

—Compartiremos gastos, supongo. ¿Qué le pasa, Nicanor? —se ha soliviantado—. ¿Se está volviendo usted envidioso? Si le apetece acompañarnos puede proponérselo a Marcial y poner su coche a nuestra disposición. Estoy seguro de que Marcial y Perico estarán encantados. Yo prepararé las comidas y ustedes me ayudarán con el repelente de los mosquitos. Tal como estoy de salud no alcanzo a untarme las pantorrillas.

Entonces lo he visto claro: gastaré el mes de julio en la redacción de La Charca Literaria. Hay aire acondicionado y alguien tiene que programar la revista de cara a septiembre, incordiar a los autores, revisar los textos… Y con un poco de suerte puede que, en agosto, la amiga de Myriam Soteras mueva ficha y nos invite a pasar unos días en Tenerife. ¡Vacaciones en el mar!