Uno y uno, tres

Entre líneas



La nieve cae despacio sobre las laderas, como caen una tras otra tus palabras sobre mi cabeza. De pronto, justo cuando me adormezco, las palabras se agitan, se retuercen, se sublevan, ¡empieza la revolución!

Entre sonidos discordantes, me sueltas un discurso que me pilla por sorpresa, dices que las matemáticas no son más que un invento de cuatro descerebrados.

Me pregunto si todo lo que farfullas a destajo es porque sufriste un trauma en la escuela, o sencillamente porque la tormenta ha producido en ti un delirio transitorio.

Cuando cesa la nieve, la arena del desierto tiñe de naranja el cielo de tal forma que nos parece que el futuro ha llegado en forma de película Cifi.

Entonces tu imaginación se agudiza aún más y aseguras que la propiedad conmutativa no es más que un fraude, que no es lo mismo un descerebrado con cuatro inventos, que un invento con cuatro descerebrados.

La verdad es que, aunque jamás has entendido de números ni de matemáticas, algo de razón llevas.

Por el ventanal entra aire caliente con una arenilla que embarra de rojo el suelo del salón y el ambiente es cada vez más opaco, casi conmutativo.

Riegas los gladiolos, las raíces están algo resecas, pero al menos son napiformes, fasciculadas y tuberosas, y no cuadradas como esas raíces que nos hacían calcular en clase de álgebra.

Cuando ya vamos por la tercera copa, te confieso que tampoco yo creo en sumas y restas, que siempre he pensado que eso de que tú y yo sumamos dos es pura ignorancia, habladurías de la gente.

Tú y yo sumamos tres por lo menos, nosotros dos y eso insólito que se origina cuando estamos juntos.

_______________________________________________________________

Imagen @oliver.mayhall


Más artículos de Lagarto Lolita

Ver todos los artículos de