Una noche de verano

Tinta fina

Francisco se levantó sigilosamente de la cama, se enfundó las zapatillas y la bata y salió al pasillo procurando no pisar las baldosas medio sueltas en las que había reparado esa misma tarde antes de entrar en su habitación. No era su casa sino la de sus amigos Marta y Ramón que le habían invitado a pasar unos días con ellos aprovechando las vacaciones. Hacía unos cuantos años que por una cosa u otra no se habían visto y ahora Francisco se encontraba en ese piso, del que desconocía casi todo, con la imperiosa necesidad de salir de su cuarto, mejor dicho, del cuarto en el que amablemente sus amigos le habían alojado.

Salió al pasillo y avanzó con cuidado sin pisar las tres o cuatro baldosas que al llegar había visto que estaban sueltas. Si las pisaba haría ruido y podría despertar a la pareja que dormía plácidamente, a tenor de los ronquidos que se expandían por todo el pasillo. No se atrevió a dar la luz, no recordaba dónde estaba el interruptor, ni siquiera sabía si había un interruptor o no en esa parte del pasillo. Comenzó a sudar y su corazón a latir al compás de un reloj que se oía resonar en la oscuridad.

Siguió adelante con el brazo derecho estirado buscando una puerta por la que dejar el pasillo y entrar en otro lugar tal vez más iluminado. Encontró lo que a todas luces era el marco de una puerta y entró en una habitación tan oscura como el pasillo del que venía. Ahora arrastraba los pies con inseguridad hasta que tropezó con un mueble o con un objeto extraño que, tras palparlo, no supo determinar de qué se trataba. Estaba frío, era vagamente circular y en lo que debía ser el interior estaba húmedo. Se asustó, no podía identificar aquella cosa que tenía frente a sus rodillas. El sudor le caía por el rostro. Quiso salir de aquel lugar que consideró inhóspito y volver a su habitación. Su brazo derecho giraba buscando el marco de la puerta, pero no lo encontraba. El sudor ya mojaba su pijama. Otro sudor, pero esta vez caliente le comenzó a mojar el cuerpo, sobre todo las piernas. Era extraño y viscoso. Le invadió una tranquilidad suave. De pronto se sintió feliz.


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