Una luz en la noche

Ultramarinos y coloniales

 

Después de los desiertos,
de las calles vacías
y las ciudades muertas,
del abrazo prohibido,
de las tumbas que acechan              
bajo los hospitales,                
después de los balcones
enfermos de esperanza,
después de los relojes
que olvidaron sus horas,              
después de las ventanas      
carceleras de nubes,
de las fuentes dormidas,
después de los palacios
de hielo mortuorio,
del invierno en abril,
después de tantas lágrimas          
clavadas en los ojos,           
después de tanta muerte
sin velar y tanto beso
aplazado en los labios,
después de la caricia                   
confinada en los sótanos     
de las manos, después
de la lluvia sin cielo,
de las playas sin mar,
de la ceniza sin llama,                 
llegará la alegría                 
que nace de la noche,
llegará la verdad
que brota de la herida
y llegará la luz                             
que sube del abismo         
como un sol obstinado,
y cantaremos todos
sin que nos falte nadie,
y cantaremos juntos,                    
juntos ya para siempre       
los vivos y los muertos.

 


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