Última noche antes del invierno

Literatura para smartphones

 

Es mejor que te sientes y te sirvas algo. Todo esto que te voy a contar es tan triste que es mejor que bebas. Yo estoy aquí bebiendo, pero no estoy borracho. A esto dedico el día, escribo y bebo. También porque hace frío, y porque nadie ha venido aún a recoger los restos de la pasada noche: se ve que sigue siendo diciembre y todo funciona distinto en diciembre. O quizás ya cambiamos de mes, de año y de milenio y yo aún no me he enterado. Quizá sí que esté borracho. Es tan barato el raki que siempre me quedo sin dinero para cambiar de abrigo. Y hace frío y por eso bebo. Como cuando hacía el amor con una mujer que gastaba pulseras de tobillo y lucía tatuajes estrellados y me agarraba a sus pechos como al fondo marino para no emerger, para seguir buceando, pero enseguida me quedaba sin aire y el agua me expulsaba como a cualquier cadáver. Y todo es así de triste constantemente. Y después de beber tampoco uno está para pensar celebraciones, ni nuevas lecturas de la tristeza. Y me hago viejo tarareando la misma música y bebo. La nieve también se hace vieja en las cunetas, y los lados del tranvía, en las jardineras de las plazas. Nieve vieja como las aguas del Mármara. ¿Es esta forma de ganarle terreno a la muerte, envejeciendo? Mira qué guapos y hermosos son los hijos de nuestros amigos. Más hermosos y altos que ellos.  ¿No te has dado cuenta de que si el ser humano sigue evolucionando algún día nos convertiremos en dinosaurios? Con la piel dura como paquidermos. Como parquímetros. Mi prole será un precioso banco de bestias acuáticas, capaces de agarrarse a las profundidades marinas como yo me agarraba a unos pechos. El agua convierte en nieve el raki. Nieve vieja cuando yo la bebo. Y ahora es cuando me dices que no entiendes nada y yo te digo que de eso se trata. Escribir para que te entiendan es de ser todo ego. Yo solo escribo para que me queráis, joder, ¿también tengo que pedir perdón por eso?


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