Un lunes a las seis de la mañana lo vi todo claro. Los niños habían ahorcado a Tigre y Bolita, nuestros gatos siameses. Les habían enrollado un alambre alrededor del cuello y los habían colgado del tendedero. Cuando se despertaron se lo recriminé y ellos se burlaron de mí y me dijeron entre risas que no me preocupara, que solo era un experimento infantil, simple curiosidad, que todo el mundo sabía que los gatos tienen siete vidas y que el día menos pensado resucitarían. Les recordé que madre no hay más que una y ellos se rieron en voz alta, de esa forma que tanto me molesta. Que tanto me asusta.
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Ilustración: Aleksandra Waliszewska