Un camión aúlla
profundo
en la garganta,
es el ave maría
del alba
que suena
un poco
a fin del mundo
en el carnaval
de montes
colorados,
los nómadas
estáticos
y los sedentarios
errantes
se sientan
a tomar
un té
pactado
la vida
serpentea
verde
a hombros
del vacío,
flanqueada
por muros
de angosta
cima seca
y enjambres
de existencia
veteando
la ladera
encuentro
el trono
del valle
y el tesoro
del buen pastor:
pantalones
raídos
a cuadros
de roca
y sol
áridos escalones
de abandono,
casas de azúcar
moreno
tientan
a los fantasmas
del valle
de sangre y polvo
la garganta
engulle
el humo
de mis latidos
que emanan
exhalan
y escalan
las paredes
de una pausa
sin tarde
savia
de incienso
bombea
el corazón
del iceberg
de roca,
sólo hay
que llamar
desde la boca
de la cueva
un destello
cae del cielo,
el fugaz
brazado de placer
de la caravana
bereber
arrastro los pies
por la baldosa
con la serenidad
de un arado,
estoy condenado
a la felicidad
gigantes
en un valle
de enanos,
con una mirada
bajamos el sol;
el atardecer
nos hace
más humanos
casa
de huéspedes
en el camino:
se va la garganta,
punteado
de palmeral
y coros
de kasba