Titán

Por la orilla

Hoy, por ejemplo, desperté con un titán erguido delante de mí. Me observaba amenazante con su ojo ciclópeo. Sin pensarlo me entregué a la lucha. Intenté estrangularlo. Forcejeamos durante un buen rato lleno de gloriosas imágenes que crisparon la batalla. Por fin lo doblegué. Escupió y se rindió sin condiciones.

La adrenalina aún recorría mi torrente sanguíneo cuando descubrí el húmedo abismo que se abría a mi lado. Ataqué con locuacidad la aventura y noté mil microseísmos, hasta que me faltó el aire. Entonces sentí que mi nuevo y vencido amigo quería ayudar. Dejé que él explorase las profundidades para lanzarme a la escalada de las cumbres gemelas. En la ascensión arrojé cientos de palabras silenciosas que estudiaron cada rincón. Cada sendero. Se recrearon en las altas cimas y volaron sobre el mar entreabierto que exhalaba cálidos vientos. En el hermoso norte.

Acabé descansando sobre valles y llanuras con el jadeo desbordado. Todavía ahora, escribo con el pulso tembloroso y me digo: Ah.


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