A Serafín he llegado a conocerle bastante bien, o al menos eso creo, que nunca se sabe. Es el camarero del Bar Ullo, a donde voy bastante a menudo a tomar algo y, en ocasiones, dejo que el tiempo discurra sin prisas charlando con él.
En nuestras siempre entrecortadas conversaciones (a causa de su obligación profesional para con su clientela) Serafín se declara homosexual y republicano pese a que yo no recuerde haber sacado a colación nunca ningún tema relacionado con la orientación sexual o con el sistema de organización política del país.
Con un desparpajo nada disimulado, Serafín habla y habla, pasando de un tema a otro sin ligazón aparente y, aunque tiene una tendencia muy notoria al histrionismo afeminado, su hablar es sosegado y educado, utilizando, con bastante gracia, un lenguaje culto, quizás algo anticuado en sus expresiones más recurrentes. He notado que escoge muy bien sus palabras y las pronuncia con fluidez y seguridad, aunque algunas de ellas están en desuso y suenan a discursos de otros tiempos que hoy día escuchamos con un gesto de extrañeza y a veces tildamos de pedantes.
En su trabajo es realmente eficaz, pulcro hasta extremos quizás exagerados y con un comportamiento tan amable que a algunos podría parecerle servil si no fuera porque es evidente que lo hace de forma natural y nada forzada.
Por Serafín me he enterado de muchas cosas de nuestro vecindario. Es muy cotilla. No se puede negar que su punto débil (o no) es el cotilleo y aparenta estar enterado de todo lo que sucede en los edificios cercanos al bar y, por tanto, de todo lo que ocurre en nuestra comunidad. Él vive en el cuarto exterior izquierda y confiesa que conoce pormenores de todos los que viven en él a excepción de un tipo que parece que nunca sale de su casa y, me confiesa con un guiño de complicidad y picardía, de mí. No obstante, asegura que también yo, como toda la gente que visita su cafetería, pasaré a engrosar la particular biografía colectiva de los usuarios de su establecimiento.
Yo, que no me callo y le demuestro todo mi interés por todo cuanto me revela, escucho sus cuchicheos con mucha atención, las anécdotas, las pequeñas miserias, los traumas y las aficiones y deseos de una parroquia muy variopinta, aunque, me advierte, algunas de ellas podrían sonrojar al más vivido y prefiere callarlas por pudor y respeto. Sin duda, hace gala de los estereotipos del barman en todos sus aspectos: ver, oír y callar (aunque muchas cosas no las calle sottovoce, no sé si solo para mí o también para alguna otra gente).
Esto último, he de remarcarlo, es matizable, ya que, salvo que yo pregunte por alguien en particular, sus confidencias tratan de mantener el anonimato de quienes las protagonizan.
En cualquier caso, lo que más me llama la atención de Serafín es la conjunción que tiene él mismo, su propia persona, con el bar en el que trabaja. Parece haber hecho cuerpo con el espacio y que la conexión entre los modales, el aspecto y el hablar de Serafín con la decoración del Bar Ullo es absoluta. No lo había dicho, pero es importante conocer el aspecto interior de la cafetería para saber a qué me refiero: es sobria, elegante y exquisita, quizás más de lo que esperarías encontrar en un barrio tan popular y modesto como este. Parece la decoración de algún local sacado de alguna película de cine negro de los años cincuenta, con música de jazz sonando por los altavoces y con ambientes muy íntimos para poder tomar algún cóctel sofisticado con gentes estilosas y guapas, algo que no solo no abunda mucho por aquí, sino que es difícil de encontrar en casi cualquier lugar de la ciudad.
Es justamente cuando le comento sobre el evidente cuidado con el que ha decorado el bar cuando me confiesa que su sueño habría sido vivir en la época y lugar que pretende imitar el local, en un mundo en blanco y negro, como aquellas películas, mediocres muchas de ellas, con gánsteres y mujeres fatales, músicos de jazz y frases chispeantes… Y así dar sentido a una anomalía de su visión que padece desde que nació y que no le permite ver los colores y solo le muestra un mundo en blanco y negro.