Senescente

Efímero


Del lat. senescens, -entis, part. pres. act. de senescĕre ‘envejecer’. 1. adj. Que empieza a envejecer.


DULCES SUEÑOS

Mi abuela me dijo que cuando mi padre tenía solo unos meses de edad lloraba todas las noches. Sin pausa, sin piedad. Se retorcía en su cama como un endemoniado y aullaba entre lágrimas. Mi abuela me dijo que solo lograban calmarlo mojando el chupete en anís y sosteniéndolo en su boca con papel celo pegado en ambas mejillas.

—¡Madre mía cómo están las cabezas! —dijo mi padre cuando se lo conté—. Era leche condensada, por favor. Y nada de cinta aislante.

Y después se echó a reír, como si a la abuela se le estuviera yendo la cabeza.

¡Como si él pudiera recordarlo!


TURISTAS

Dicen que este es un pueblo fantasma. Que aquí ya no vive nadie. Pero bien que se llena de turistas los fines de semana. Con sus mochilas, sus gritos y sus sonrisas. Van de aquí para allá recorriendo nuestras calles, fotografiando nuestras casas, deteniéndose junto al puente derruido para contemplar el discurrir errático de nuestro riachuelo. Y la Mari y yo nos acercamos a ellos y les decimos educadamente que no toquen eso, que no pisen ahí, que tengan cuidado con las flores y las puertas y las ventanas. Pero ellos no nos hacen caso. Van a lo suyo y, cuando se cansan, se limitan a recoger sus cosas y a marcharse por donde han venido. A nosotros, la verdad, es que nos empieza a dar todo un poco igual. Imagino que, con el tiempo, le pasa lo mismo a todos los que estamos muertos.


LO NATURAL

Los niños han fabricado una marioneta del abuelo de tamaño natural. Todos los sábados, a la hora de la cena, la sientan a la mesa y le dan vida tirando de una u otra cuerda. Así, dicen, no es necesario que vayamos el domingo a visitarlo a la residencia.

Ilustración: Roland Topor.


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