Se aproximan tiempos interesantes

La rana dorada

 

El frente de la guerra y el frente del trabajo son idénticos 

Ernst Jünger.

 

Leyendo el prólogo de ​Roberto Calasso a la segunda edición que la editorial Sexto Piso realizó en 2014 de la obra de ​Max Stirner ​(1806-1856) «​El único y su propiedad» (Traducción de Pedro González Blanco), encontré, entre otras pepitas de oro, este fragmento de la  carta enviada por ​Arnold Ruge ​(1802-1880) al editor ​Fröbel ​fechada en noviembre de 1844 en París. Arnold Ruge fue un filósofo y escritor alemán colaborador de ​Carlos Marx​ (1818-1883) del cual acabó distanciándose por razones políticas. Tras participar en la fallida revolución alemana de 1848/49 se instaló en Inglaterra. ​Bruno Bauer​ (1809-1882) fue un filósofo y teólogo alemán miembro significado de la “izquierda hegeliana” contra la que Marx escribiera dos libros muy apreciados, fundamentalmente en el ámbito de la secta marxista.

“Marx profesa el comunismo, pero es el fanático del egoísmo, y con una conciencia todavía mas encubierta que Bauer. El egoísmo hipócrita es la manía de hacerse el genio, su asemejarse a Cristo, su rabinismo, el sacerdote y las víctimas humanas (guillotina) reaparecen por tanto en primer plano. El fanatismo ateo y comunista sigue siendo en realidad el del cristianismo. Rechinando los dientes y riendo, Marx enviaría al degolladero a todos los que obstaculizan su camino, nuevo Babeuf. Él se imagina esta fiesta ya que no puede celebrarla. El egoísmo fanático está lleno de culpas y de pecado; mientras que el egoísmo que consigue confesarse libremente es aquel puro, que no vive como un vampiro de la sangre del hombre, con la excusa de entenderlo como “hereje”, “monstruo inhumano”, “editor”, “comerciante”, “capitalista”, “burgués”… y así sucesivamente. El egoísmo de una persona mezquina es mezquino, el de un fanático es hipócrita, falso y ávido de sangre, el de un hombre honesto es honesto. Porque cada cual quiere y debe quererse a sí mismo, y en la medida que cada cual lo quiere realmente los abusos se equilibran.”

El espectro, más que del proletariado, de los epígonos de aquellos que en su momento se consagraron durante el siglo de las guerras totales y de la propaganda sobre pilas de millones de cadáveres, litros de tinta acomodaticia y kilómetros de celuloide falaz, a postularse como sus profetas y evocadores, portadores del espejismo del “hombre nuevo”, regresa como farsa en esta nuestra era de los  simulacros digitales y en el umbral muy posiblemente de la Tercera Guerra Mundial. Del proletariado a la multitud multicultural y del Partido al activismo mediatizado por los Mass Media, en el que las redes sociales con el “estado profundo” y las organizaciones no gubernamentales se entrecruzan, mientras la deriva geopolítica va adquiriendo fisonomías catastróficas y nada graduales.

En relación a España:  tras la infausta etapa de ​Rodríguez Zapatero​ que coincidió con el comienzo de una grave crisis económica en el mundo occidental (2008) y cuyo gobierno trató de negar como existente todo el tiempo que pudo, crisis que aún no ha sido en modo alguno superada por la mayor parte de los miembros de la Unión Europea y que en nuestro país, quizás por la ineptitud y corrupción de su oligarquía dirigente, tiene especial intensidad, el despertar artificioso de las más bajas pasiones políticas como mecánica de distracción por determinados cenáculos nos retrotrae a tiempos que considerábamos definitivamente superados.

El 15 de mayo de 2011, durante la última etapa del gobierno socialista, tiene lugar en la capital de España el inicio de la farsa del 15M en la que participarán miles de jóvenes perfectamente desinformados, tanto por los medios de comunicación como por las redes sociales; comenzaba a dar frutos la penosa política educativa implementada a lo largo de la Transición, tanto en el ámbito escolar como en el universitario. Ha emergido a la vida la generación de los “hijos de González”.  En el 2014 se funda, el 11 de marzo, «Podemos», organización política comunista revestida de populismo dirigida por varios, y muy mediocres, profesores de la Complutense; su vinculación al régimen venezolano, no sólo por simpatías políticas sino por lazos de financiación, es conocida ya de todos. Antes de continuar, recomiendo al lector que vuelva atrás y relea  la carta de Ruge, reflexione y respire hondo. Es curioso cómo el decimonónico profesor alemán se refería al socialismo de Marx, entonces una mera ficción genocida imaginaria, con el formato alegórico del vampiro; no cotejaba al líder irredento de los no-muertos con el capitalismo, como tras la publicación de ​Drácula comenzó a gestarse en forma de tópico obligado. Cuando el vampiro viaja a Londres puede leerse perfectamente hoy, con razones de peso, la metafórica llegada  de la variante sectaria y escatológica de socialismo ebionita elaborada por el nacido en Tréveris.

Culminamos dando cuenta de la persistencia de las tendencias genocidas y despóticas de los intelectuales que hoy continúan con la matraca marxista, comentando las tesis de uno de los actuales gerifaltes de la secta más apreciados, el norteamericano ​Fredric Jameson, cuyo último y grotesco trabajo, un engendro colectivo llamado ​An American Utopia. Dual Power and the Universal Army (2016), ha prologado el inevitable sicofante ​Žižek​.​  A partir de este momento y hasta el final descansaré en la larga y excesivamente benévola reseña que le dedica a este libro ​Manuel Arias Maldonado​ en Revista de Libros.

“Nos encontramos con una utopía política comunista concebida para su aplicación en la Norteamérica contemporánea, cuyo interés excede con mucho el que dispensaríamos a una simple fantasía política. Entre otras razones, porque el propio Jameson presenta ambiguamente su utopía como un «programa político». Allí donde otros autores eligen comunidades pequeñas que sirven como experimentos piloto para construir una sociedad alternativa, Jameson trabaja a lo grande: su propósito es acabar con el capitalismo y ello exige una considerable concentración de poder, aunque nuestro autor se limite a la transformación inicial de la sociedad norteamericana.

1. La «hipótesis comunista» −así bautizada por ​Alain Badiou​− es el único marco apropiado para el diagnóstico de la actual crisis donde la alternativa sistémica al capitalismo global sigue sin aparecer por ninguna parte. Quizá por eso es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo. Porque tanto el reformismo socialdemócrata como la revolución tradicional son vías muertas en el camino a la sociedad post-capitalista.

2. El núcleo de su programa político: el poder dual. Teorizado por ​Lenin​, el poder dual se dará allí donde una organización política provea de servicios a una comunidad ignorada por el gobierno central, de manera que el poder se desplace gradualmente de uno a otro, hasta que ese poder alternativo se convierta en gobierno ​de facto ​ sin necesidad de desafiar abiertamente a la estructura legal vigente. Son ejemplos de esta práctica los Panteras Negras y Hamas.

3. Ahora bien, ¿qué institución puede cumplir ese papel en la Norteamérica contemporánea? ¿Desde dónde proyectar ese poder dual llamado a absorber, andando el tiempo, el poder del Estado? Nuestro autor se decanta  por un candidato: el ejército. Jameson tiene en mente convertirlo en un Ejército Universal, que no es una forma de gobierno, sino una nueva estructura socioeconómica.

4. El procedimiento para lograrlo comienza con la conscripción forzosa que nos convierte a ​todos en soldados; una renacionalización que exigirá una previa lucha discursiva que devuelva a esta política su prestigio perdido. Una vez que el reclutamiento se haga obligatorio, integrando en el ejército a todas las personas entre los quince y los sesenta años, el ejército se transformará en una «masiva fuerza popular capaz de coexistir con éxito con un “gobierno representativo” cada vez menos representativo»

5. ​Trotski​ defendía la «democracia militar» y la función liberadora del «ejército socialista». Todo ello bajo la premisa de que la militarización asegura la disciplina necesaria para construir una sociedad igualitaria. Su previsión es que los hospitales militares se conviertan en una sanidad universal y gratuita, mientras que la propia educación podría reorientarse con arreglo a directrices militares.

6. A su juicio, el obstáculo principal para la realización de la utopía es el miedo a la utopía misma: miedo existencial a disolver nuestra individualidad en un colectivo más amplio, a mezclarnos con extraños en una institución interclasista como el ejército. Por eso este último es «el primer atisbo de una sociedad sin clases» y la experiencia de la conscripción forzosa da paso a una promiscuidad social que representa el genuino «modo de ser» de una verdadera democracia.

7. A fin de acabar con la lacra del consumismo, Jameson prevé incluso la desaparición del dinero, que coexistirá en su utopía estadounidense con una redistribución de bienes y plusvalías «absoluta».

8. Es en las páginas finales de su bosquejo utópico donde Jameson presenta una institución llamada a reemplazar de manera natural al gobierno y las estructuras políticas: la Agencia de Colocación Psicoanalítica [Psychoanalitic Placement Bureau]. Citando como precedente el «cálculo de las pasiones» ideado por ​Charles Fourier​, nuestro autor atribuye a esta agencia la función de organizar y distribuir el empleo, así como asignar toda clase de terapias individuales y colectivas con el auxilio de sistemas informáticos complejos.

9. La utopía estadounidense de Jameson comienza así con un acto de coerción: la inclusión forzosa de todos los ciudadanos en una institución militar común a todos. ¿Y cómo podría suceder esto? Según cuenta Žižek, interrogado en el seminario neoyorquino de cómo imagina que pudiera llegar a aplicarse su conscripción forzosa, Jameson respondió que probablemente de resultas de una catástrofe ecológica.

Nos encontramos así con un programa político consistente en la militarización universal y forzosa de la población, que da paso a una propuesta utópica cuyo aspecto central es el desmantelamiento del capitalismo y su reemplazo por una forma centralizada de organización social. En ella, el empleo es asignado con ayuda de algoritmos y el individuo apenas trabaja tres o cuatro horas al día antes de dedicarse a aquello que le plazca, todo ello en un contexto de abundancia material no reñido con la animosidad interpersonal».

Ni qué decir tiene que sobran los comentarios porque este tipo de “reorganización” supuestamente utópica pudiera muy bien estar en las  consideraciones previstas por facciones destacadas de la oligarquía norteamericana y europea como potencial programa de emergencia. Macron mismo habla ya de reactivar el servicio militar…

Y entonces llegó Donald Trump…