Me gusta escuchar el rumor del aire
sentir lo que trae y deja
y hacer de él un salvoconducto
para combatir el ruido de los días tristes.
Me gusta escuchar el rumor del aire
mover los dedos al compás
y hacerme caricias para apaciguar
los temblores de la guerra.
Me gusta escuchar el rumor del aire
y envolver los temores de la noche
en un pañuelo de papel para que vuelen
y atrapar solo las migajas
de ese temor encendido
a la orfandad
al amor que se agota
al límite donde todo se acaba,
y ahí hacerme margen de flor,
limbo y envés.