Un lunes a las seis de la mañana lo vi todo claro.
Lo llaman ciudad, pero en realidad es una pila de cajas de ladrillo y un montón de hormigón sobre lo que antaño fuera un campo. Algo así como centros de producción para un sistema salvaje en el que no hay cabida para nada orgánico.
¿Quién elegiría vivir en una carretera?
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Imagen Jason Anderson