Recuerdos y ruinas elocuentes

El martillo pneumático

 

Echamos tierra encima de las construcciones antiguas. Cada día podemos sepultar las ruinas, pero los restos de los cimientos quedan enterrados en nuestra mente y sobre ellos edificamos una ciudad ideal, la de Vitrubio o la Usonia de Wright, pero ninguna de ellas es la más ideal pues se edifican sobre unos restos criminales.

Encerramos un urbanismo inmenso entre los muros de nuestras creencias y nos parece grandioso e ilimitado. Trazamos avenidas suntuosas entre dos encrucijadas, entre el sueño y la emoción. Todas nos parecen suntuosas. Las construcciones de piedra transmiten su carga sobre un suelo craso que guarda una memoria de barbarie y atrocidades, unas calles que atesoran el mal negocio de la historia y los edificios que configuran los bulevares serán ruinas mañana, pues ensoñaciones y emociones ceden ante el arte y la razón, que son los verdaderos abrasivos del desasosiego.

Construimos palacios de invierno en nuestro pensamiento. Son palacios enormes como enorme nos parece nuestra imaginación, pero el invierno acaba con el equinoccio de primavera y alguien toma el palacio de invierno sin esperar a septiembre. Después frío y llanto.

Caen los edificios, se envejecen los palacios y las geologías más duras se disgregan.