Rafaga 3

La termita y la palabra


Limpio y amarillo, luce el Sol en lo alto del azul turolense.

El cielo es mudéjar pero no lo sabe y el pueblo «arquitectea» (sobre el panel del tiempo) distribuyendo hiedras, casas clausuradas, eras abandonadas, eras…

Eras. Eras, eres muro de silencio en el loft del paisaje.

Eras. Eras, eres un niño en bicicleta, una pierna en la ortiga, un eco diletante.

Aguilar del Alfambra sabe eso y resiste y tú lo ves pasar, dormido en sus meandros. Asistes a su euforia entre las piedras, atraviesas con él las pupilas vírgenes del puente centenario, amortajas los chopos que cosen con sus ramas la herida de la vida. La vida, ese misterio él también, turolense.

El cielo es mudéjar pero no lo sabe y nosotros, un instante (me temo) en las Termópilas del tiempo.

Pero cuántos besos caben, madre mía, en un instante, cuántas lecturas, cuánta pasión, cuántos deseos. Cuánta inmensidad cabe. 

Hoy este azul turolense, este sol amarillo (el sol Machadiano de la infancia) son mis raíces sensoriales en este cuento efímero. Soy solo un ignorante que lee.

Aguilar del Alfambra, un texto.

Y el cielo es azul. Como el primer silencio: el más importante.


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