Prácticas de seda para el futuro

Perplejos en la ciudad



Cuentan que, ya de joven, cuando estaba de buen humor, se tiraba al suelo y se arrastraba como un gusano de seda. Si le preguntaban qué hacía, respondía que estaba haciendo «prácticas de seda para el futuro».

Cuando estaba malhumorado, triste, desconsolado, merodeaba por las callejuelas, por los callejones sin salida, retando a la muerte.

Había sido un enamorado efímero a lo largo de su vida. Sin embargo, la primera y la última vez fueron enamoramientos peligrosos, trágicos. Sobrevivió al primer amor. Pero cayó de bruces en el último. Desde aquellos días se arrastraba por esquinas desconchadas, como un gusano de seda que hubiera caído de un tallo quebradizo y ahora reptara por la tierra, con temor a ser aplastado por un zapato cualquiera, sin escapatoria, sin salida posible.

Él, al levantarse del suelo, sosteniéndose a duras penas, ya no semejaba aquel gusano de seda, sino una mariposa clavada con alfileres en una libreta escolar. Con un ala rasgada, hecha polvo.


Foto: Judith Xifré