Pablito Auster

Mortificaciones literarias


Así como hay mujeres Consuelo, mujeres Piedad y mujeres Milagros, también hay mujeres como mi prima Obdulia, cuyo nombre invoca algo perverso y pecaminoso. A mi prima le bastó con saber la muerte de Pablito Auster para ponerle de vuelta y media: no tiene moral ni compasión alguna. “Puestos a leer autores muertos prefiero leer a Corín Tellado», me dijo una tarde, mientras se calzaba sus medias de rejilla y los ligueros fucsia para asistir a una fiesta.

—De Pablito solo me gustaron unas páginas eróticas en una de sus miles de novelas, El libro de las ilusiones, aunque debo decir que cualquier opúsculo pornográfico es mucho mejor— siguió ella, mientras se ponía unas gotas de pachuli detrás de las orejas y bajo los senos—. Incluso hay fragmentos de Mishima más estimulantes… Yo a Pablito lo veo un poco flojo. Esos tipos guapos de Nueva York resultan muy cargantes, por eso algunas preferimos visitar las tabernas de los puertos.

Obdulia se puso un collar de tachuelas rojas y, mientras se calzaba unos zapatos de charol de tacón vertiginoso, prosiguió:

—Los progresistas suelen escribir prudente, educado y biempensante. No hay nada más aburrido y más cansino. Y de esos juegos malabares de intelectual ocioso y pretencioso… ¿qué me dices? Bukowsky le da mil vueltas al recién estrenado de muerto en Brooklyn; es bestia y desagradable, un zafio y un guarro. ¡Qué pena no haber conocido al cerdo de Charles en alguno de sus desmanes erotomaníacos! Pablito pretende, o pretendía, caernos bien. Si lo que quería era caernos bien, lo menos que podía haber hecho era regalar sus novelas y no cobrarnos por ellas, porque cobrarlas es cinismo y codicia. ¿Recuerdas aquel cuento de Bukowsky en el que un hombre pretende volver al útero de una mujer e intenta meterle la cabeza en la vagina? ¡Eso sí es literatura neoyorquina, carajo! Mira: incluso Marc Behm, que era de Nueva Jersey, es un tipo mucho más interesante que Pablito, retorcido y escabroso, un pervertido de cuidado, un tipo admirable.

Mientras la prima Obdulia se embutía en un vestido de terciopelo cereza que la exaltaba soltó varios improperios más, y dijo que si a Pablito le han incinerado es probable que el humo oliera a incienso o a rosas, la santidad socialdemócrata con toques de humanismo cristiano. Metió en su bolso un frasco de aceite dilatador y se largó a su fiesta. Me quedé solo en la mansión. Para entretenerme y ganarme sus improbables favores, quemé todas mis novelas de Pablito Auster.

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Nota: En 2017, la policía requisó el cuaderno titulado “Mortificaciones literarias” en el registro efectuado en el domicilio de Sandro de Villegas (calle Zamenhof), presunto estafador de ancianas a las que engañaba disfrazado de párroco de la iglesia de San Felipe Neri.