Odio los condicionales

El amor es lo que tiene

Ambos nos culpábamos en silencio. Ella me reprendía organizando el escritorio; yo, cambiando el polvo de un sitio a otro. Las paredes del piso iban de sus ojos a los míos y yo las devolvía a su sitio, así como el cuadro de Egon Schiele y la estatuilla de ébano. Cuando se está mal en pareja, las cosas dan vueltas en pareja, los tabiques van y vienen sobre cada uno de los dos. El hogar se derrumba.

Sobre los escombros de antiguas civilizaciones asentamos los muros de las nuevas; aquellas ahora son cimientos. Cabe encontrar restos arqueológicos, los yacimientos se quedan en eso.

Ella apagó el cigarrillo antes de dejarlo para siempre, como quien muda de piel de serpiente, como quien cambia de parka de poliéster a abrigo de cachemir. Proseguí en el diálogo parco de murmullos. Nos estábamos matando en la terquedad de compartir tiempo y espacio, a la manera kantiana. La ceniza del último pitillo se perdía en un cenicero Cinzano, fuera de la corriente y de la diferencia de potencial entre dos corazones sin chispa. Lo corriente, lo que nos mece en esa nube de sentido común, y que arrastra cualquier resto carbonizado, cualquier ceniza, capa a capa. Estrato sobre estrato.

Y así rebuscamos en el interior de cada cual. En pasado y presente, como nos permite la conjugación, porque nos conjugamos y enjugamos nuestro dolor en uno. Uno solo, por favor. Uno que dañe menos. Hasta el próximo intento por arreglar el mundo a costa de nuestras heridas.

El único resquicio es una grieta de imaginación en la maldita realidad alternativa que proclaman vendehúmos y demás alimañas. Un elixir de realidad, de pies en el suelo y de asunción de arrugas. Ella y yo. Sus sueños y los míos, el mismo dolor que debemos evitar, con paciencia, esquivando la sobredosis de barbitúricos de Lotte y Stefan Zweig. Si lo conseguimos, tal vez la humanidad también habrá conseguido salvarse. Odio los condicionales y el mundo se derrumba. Nuestra Roma milenaria, nuestro Antiguo Egipto y nuestros sueños. Tal vez logremos sobrevivir en una civilización mejor que las anteriores. Tal vez logremos seguir amándonos.

Dejarlo para siempre. Siempre nos decimos eso.