Normas de urbanidad según Leonardo da Vinci

El martillo pneumático


Con el tiempo toda cambia. Poco a poco nos vamos adaptando a las nuevas formas y para ello elaboramos nuevas formalidades. Adaptamos las normas de convivencia y las normas de urbanidad al signo de los tiempos.

Hicieron lo mismo en el Renacimiento, se adaptaron y redactaron unas normas de urbanidad claras y muy precisas. Quisieron hacerlo según la perfección que caracterizaba a aquel periodo, para ello encargaron a Leonardo da Vinci que pusiera las cosas en claro, no podían admitir las formas montaraces y asilvestradas que habían heredado de la Edad Media.

Leonardo da Vinci respondió así: Prima di tutto ¡¡Non mettere le dita nel naso!! y después prosiguió con su redactado de “Modales y usos en la mesa” donde decía:

«Hay ciertos procederes indecorosos que debe evitar todo invitado, y para esto me baso en las observaciones que realicé a lo largo de los últimos años…

—Ningún invitado debe poner la pierna sobre la mesa.

—Ningún invitado ha de sentarse sobre la mesa, ni de espaldas a la mesa, ni sobre el regazo de cualquier otro invitado. Tampoco ha de sentarse bajo la mesa ni cuando come ni cuando está esperando a que le sirvan.

—No debe poner la cabeza sobre el plato para comer.

—No ha de pellizcar ni golpear a su vecino de mesa.

—Ningún invitado ha de poner trozos de su propia comida de aspecto desagradable o a medio masticar sobre el plato de sus vecinos sin antes preguntárselo.

—No ha de enjugar su cuchillo en las vestiduras de su vecino de mesa.

—No ha de morder la fruta de la fuente de frutas y después retornarla mordida a esa misma fuente.

—No ha de escupir sobre la mesa. Ni tampoco de lado, ni al de al lado.

—No ha de hacer ruidos ni se permitirá dar codazos. Y si ha de vomitar, entonces debe abandonar la mesa.

—No ha de poner los ojos en blanco ni poner caras horribles.

—No ha de poner el dedo en la nariz o en la oreja mientras está comiendo.

—No ha de prender fuegos, ni adiestrarse en hacer nudos en la mesa (a menos que mi señor así se lo pida).

—No ha de dejar sueltas sus aves en la mesa. Ni tampoco serpientes ni escarabajos.

—No ha de tocar el laúd o cualquier otro instrumento que pueda ir en perjuicio de su vecino de mesa (a menos que mi señor así se lo requiera).

—No ha de cantar, ni hacer discursos, ni vociferar improperios ni tampoco proponer acertijos obscenos si está sentado junto a una dama.

—No ha de hacer insinuaciones impúdicas a los pajes de mi señor ni juguetear con sus cuerpos. Tampoco ha de prender fuego a su compañero mientras permanezca en la mesa.

—No ha de golpear a los sirvientes (a menos que sea en defensa propia)».

Este redactado les pareció correcto a los Sforza de Milán.