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En La Charca Literaria nos sorprende la presencia en los escaparates de novedades editoriales que podríamos haber escrito nosotros, libros cuyas tesis coinciden con nuestra manera de pensar y convierten en palabras nuestras más íntimas inquietudes. Así sucede, por ejemplo, con el ensayo de la periodista Claire Dederer sobre la condición monstruosa (a nivel personal) de algunos artistas que (a nivel profesional) admiramos[1]. La autora se pregunta cómo el conocimiento de la vida de algunos creadores condiciona la percepción de su obra. En otras palabras, ¿son compatibles los desmanes de un genio con la admiración que sentimos por su trabajo? ¿Podemos amar la producción artística de alguien a quien detestamos? ¿Cómo influye en la contemplación del arte saber que su creador fue un borracho, un maltratador, un depredador sexual o una madre desnaturalizada?
En una sola pregunta: ¿se puede separar al autor de su obra? Y si el creador es un genio, ¿merecerá un trato especial? ¿Qué pasa con los artistas mediocres? ¿Debemos ser más estrictos con ellos?
El libro de la Dederer está atiborrado de preguntas como estas y, lamentablemente, la autora no da un paso más allá de la perplejidad que producen. Por nuestra parte, estamos casi seguros de que se puede separar al autor de su obra. Una cosa es Polanski y otra sus películas. Incluso diríamos que es saludable hacerlo. Lo mejor sería poder juzgar el trabajo de un artista sin saber nada de él. Leer a Virginia Woolf o a Hemingway, escuchar a Miles Davis, bailar con Michael Jackson, contemplar las pinturas de Picasso o ver las películas de Woody Allen desde la ignorancia. Ahora bien, si sabemos algo de sus comportamientos, si conocemos sus desmanes, quizá convenga tomar distancia y relativizar.
Preguntarnos, por ejemplo, qué gravedad han de tener las actividades monstruosas de un artista para que cuestionemos su obra. Recordemos que lo que resulta monstruoso a este lado de los Pirineos puede no serlo en la otra parte, o dejar de serlo en el futuro. Probablemente el juicio sobre la monstruosidad de alguien o de algo también sea circunstancial.
Por otro, ¿qué papel juega nuestra subjetividad en tales consideraciones? Quizá nuestro juicio negativo sobre la conducta de un artista sea la expresión de una sensibilidad muy estricta. ¿Qué pasaría si nosotros también fuésemos monstruosos en el mismo sentido en que lo es el artista enjuiciado?
Finalmente, ¿por qué deberíamos posicionarnos sobre el tema? Me da la sensación de que se puede seguir admirando el Kind of Blue de Miles Davis, al margen de que este señor fuera un desastre como persona, heroinómano, maltratador de mujeres y proxeneta. Es más, si decidimos dejar de lado su producción musical porque fue un impresentable, eso que nos perdemos.
Planteado el tema en el comité de redacción de La Charca Literaria, una persona ecuánime, cuyo nombre no mencionaré, acabó dictaminando: «No me niego a ver las películas de Polanski, leer a Silvia Plath, escuchar las óperas de Wagner etc., a sabiendas de lo que hicieron estas personas con sus vidas, pero no los invitaría a tomar café en mi casa. Seguiré gozando de su obra artística y admirando su genialidad, pero no los quiero como amigos. Ni siquiera los trataría como conocidos, por si acaso».
Moraleja
Considerando lo anterior, trate de guiarse, en lo sucesivo, por las normas siguientes:
—Lea el ensayo de Claire Dederer y descubra sus propias contradicciones en relación al tema que aborda. ¿Le siguen gustando las películas de Polanski a sabiendas de los abusos que cometió este señor?
—Eche un vistazo a su propia condición monstruosa. Si usted quiere, de “pequeño monstruo” cotidiano o familiar: un tipo del que cualquiera podría avergonzarse, si se descubrieran sus intimidades.
—Y no se ponga demasiado estricto con la monstruosidad ajena. Trabajar, escribir, pintar… y hacerlo medianamente bien supone sacrificar otros compromisos (familiares, profesionales, afectivos…). Es algo que hacemos todos. También usted. Creo que fue Walter Benjamin quien apuntó que tras cualquier obra artística o cultural siempre hay un fondo de barbarie.
[1] Claire Dederer: Monstruos. ¿Se puede separar el autor de su obra? Península, 2023.