No me da asco mezclarme contigo. Entre otros residuos, las pieles muertas que caen al sacudir las sábanas por la ventana viajan con ácaros y esa es la razón de desprenderme de parte de ti. Por nada más, de veras.
Sabes que no me va el fetichismo. Piensa que esos restos de epidermis fueron algo de ti y de mí, pero que ya no lo son. Que no, ni que los amontones ni que no. «El progreso consiste en renovarse», permíteme que te cite a Unamuno, pero es que es renovarse o morir. Ya, ya sé: que ya no te miro con los mismos ojos. ¡Claro que no! ¿Cuánto tiempo llevamos juntos? ¿Doce años? Cuando nos conocimos, me atrapaste con aquello de que las células de nuestro cuerpo mueren y nacen otras nuevas antes de morir nosotros. Te recuerdo que me actualizaste la información hace escasamente un año: que las células de algunos tejidos se renuevan antes que las de otros, pero que todas acaban renovándose, incluso las neuronas.
Te propongo que nos aferremos a los días felices, más como Winnie que como Willie, si te parece: ¿que nos sentimos sepultados como el personaje femenino en la obra de Beckett?, pues sí, a veces; los cuerpos se estropean. O quizá no: cada vez nos veo mejor. ¿Tú no? Es cierto que ya no pasamos fines de semana sin salir de la habitación, pero aún hay algún fin de semana en que no salimos de casa.
No me pongo metafísico; no hablo de esencia ni de entelequias, sino de que sabemos quiénes somos. Cometeríamos un error si, por considerarnos extraños, acabáramos extrañándonos. No eres el mismo montón de arena que acumulé en la playa de Algeciras, ni el del año siguiente en Lanzarote. Por más granos que nos quitemos o que nos echemos, los conos opuestos del espacio-tiempo seguirán unidos como en un reloj de arena. Tú lo llamas sentido común y yo digo que no merece la pena marear la perdiz sobre un concepto tan disperso como el amor.
Pero es cierto: dos no siguen si uno no quiere.
Contemplo el edificio que hemos construido en común. Ambos portamos vigas y encoframos, ambos subimos hileras de ladrillos y enfoscamos, ambos revestimos y fuimos decorando. Vamos haciendo reparaciones y llega un momento en que te preguntas si no encontraremos materiales idénticos. Ambos sabemos que no. A mí no me importa e incluso confío en que el edificio sea más robusto y luzca más bello. No eres de la misma opinión y lo respeto.
Ahora bien, si decides irte, vete, pero no pienses en volver, pues todo seguirá siendo lo mismo, como el día que te vayas. Tú misma.