Minucias y frivolidades

El martillo pneumático

Parece que el mercado del libro digital va a la baja. La tormenta de las ediciones digitales que parecía arrasar con el libro de papel se ha convertido en un chaparrón pasajero.

Más de uno defendía el argumento de que lo producido en papel tenía mayor calidad, otros aseguraban que “lo digital” era el refugio de quienes no podían acceder a la publicación convencional en papel.

Opiniones para todos los gustos. Buenos y malos los hay en todas partes. Conviven los soportes virtuales con los soportes tangibles, y el libro en papel resiste.

Lo cierto es que caen las ventas de libros, tanto los editados en papel como los digitales. El motivo, aseguran los expertos, es la pérdida de lectores.

Así las cosas, podríamos hablar de la poca afición a la lectura; podríamos hacer incluso un juicio de valor y decir que la incultura avanza y que esto es malo, pero creo que no estaría de más hacer una reflexión sobre la calidad de lo que se publica, tanto en papel como en digital.

Una gran cantidad de las literaturas que se editan están llenas de bagatelas, de un sinnúmero de cosillas insignificantes. Se presentan como fachadas bien compuestas, pero detrás de ellas encontramos estancias vacías o destartaladas.

Autores aficionados al placer solitario del formalismo suelen disponer sobre el papel una batería de caprichos y frivolidades delirantes que van colocando con más o menos equilibrio, cual si de un castillo de naipes se tratara. Son construcciones efímeras que con un suave vientecillo se vienen abajo.

Sin embargo, tampoco hay que temer demasiado, pues las exigencias son pocas y los vientos no soplan con demasiada frecuencia ni con la suficiente fuerza para ventilar el panorama.

En contadas ocasiones, y ahí está nuestra esperanza, un autor inteligente, una persona con sensibilidad, sin miedo al ridículo y sin apego a las modas, remueve las aspas del molino y el castillo se derriba y los naipes vuelan por los aires.

Mientras tanto, y a la espera de la llegada del agitador de aspas, el negocio editorial continúa y la literatura que se produce por estos andurriales presenta una gran cantidad de tópicos insustanciales, frases hechas, lemas publicitarios pueriles, opiniones fútiles, palabras hueras y anodinas y otras zarandajas insignificantes que sólo persiguen amplificar inútilmente un pensamiento trivial alejado de la realidad y pretenden, con un exceso de verborrea, intervenir sobre el gusto del lector.