El escritor portugués Eça de Queiroz (1845-1900) recoge en su Diccionario de milagros1 más de doscientos cincuenta sucesos sobrenaturales atribuidos a santos, abades y abadesas, así como apariciones de ángeles, mártires, almas y otras entidades celestiales como Jesucristo o la Santísima Virgen. Irrupciones maravillosas, inesperadas e impensables, en principio, y que sorprenden al más pintado, como le sucedió al verdugo de esta breve narración milagrosa:
EL ALMA DE PEDRO, EL EXORCISTA, ES CONDUCIDA AL CIELO ANTE LOS OJOS DEL PROPIO VERDUGO. Cortadas las cabezas de San Pedro el exorcista y de San Marcelino, el ejecutor de la justicia afirmó haber visto que los ángeles llevaron al Cielo sus almas revestidas de resplandeciente blancura. —Arzobispo Ado, Martitologio.
Los milagros aparecen en este Diccionario por orden alfabético, iniciándose con el milagro de las abejas que sobrevuelan la cuna de san Ambrosio y siguiendo con otros muchos que giran en torno al aceite, las aguas, las águilas, los alimentos, las almas, las apariciones, los árboles, aureolas, banderas, batallas y bueyes. El Diccionario concluye con el milagro de San Régulo, obispo de Arles, que ahuyenta al diablo del cuerpo de un hombre y lo lanza a un burro que pasta por las proximidades. El burro, presintiendo que el diablo va a introducirse en su cuerpo, hace con la pata derecha la señal de la cruz en el suelo (¡milagro!) y el demonio tiene que buscarse otro acomodo.
El Diccionario de Eça de Queiroz acaba en la letra B, precisamente con la historia del burro que hemos narrado. El autor no pudo ir más allá, pues murió en 1900, a los 55 años, antes de poner fin a su proyecto. Lo curioso es que, siendo Eça de Queiroz el máximo representante del realismo literario portugués, dedicara los últimos años de su vida a escribir sus Leyendas de Santos2 o este Diccionario de milagros del que estamos hablando. El autor, abogado, periodista, político y diplomático, viajero infatigable y fino analista del comportamiento humano, no fue un beato ni sentía especial aprecio por la imaginería religiosa. Sin embargo, algo debió encontrar en la vida de los santos o en la condición sobrenatural de los milagros para dedicarles tanto ímpetu literario. Desconocemos la razón. Su biógrafo Joao Gaspar Simoes, en Vida y obra de Eça de Queiroz escribe: «El Diccionario de milagros (…) queda incompleto y aparentemente enigmático en su propósito».
Mario Merlino, en la introducción a la edición española del Diccionario evita explicaciones simplistas y halla en las leyendas de santos y en la milagrería tradicional elementos comunes con los delirios del surrealismo. «¿Son los «paraísos artificiales» patrimonio exclusivo de Baudelaire? —se pregunta retóricamente—. ¿No habrá que vincular a Eça de Queiroz con el Luis Buñuel de Simón del desierto, donde la fantasía va unida a una religiosa irreverencia?»
Eça de Queiroz narra los milagros con el naturalismo propio del que emite un informe con objetiva frialdad. Así pues, su recopilación puede fascinar al lector por lo extraordinario de los hechos que narra, pero no creo que aumente su devoción religiosa. Veamos un último ejemplo que el autor deja a mitad.
DE CÓMO LA VIRGEN MARÍA SE LE APARECE A SAN CAYETANO (1547). En la víspera de Navidad, estaba San Cayetano en la Basílica Liberiana meditando sobre el misterio de la Encarnación, cuando se le apareció La Virgen María que puso al Niño Jesús en sus brazos. —Les Petits Bollandistes, vol. IX, página 393
Nos preguntamos, justificadamente, qué hizo el santo con semejante regalo.
Moraleja
Considerando lo anterior, trate de guiarse en lo sucesivo por las normas siguientes:
—Si Eça de Queiroz identificó doscientos cincuenta milagros entre la A y la B, ¿cuántos no nos hubiera podido narrar de haber alcanzado la letra Z del abecedario? Por tanto, reflexionemos: ¿por qué entre tanta abundancia de prodigios no ha de haber algún milagro para nosotros?
—Hay quien sostiene que la muerte es el mayor de los misterios, sin percatarse de que lo verdaderamente misterioso es estar vivo, respirar, leer y amar, trabajar y engendrar hijos (¡menudo milagro el de los hijos!). En realidad, vivir es auténticamente maravilloso, y los antecedentes y consecuentes de su materialización diaria es un milagro que se extiende en el tiempo. ¡Aprovechémoslo!
(1) Eça de Queiroz: Diccionario de milagros. Mondadori (Madrid, 1990)
(2) Eça de Queiroz: Leyendas de santos (San Cristyóbal, San Onofre, San Frei Gil). Obras completas, tomo II. Aguilar (Madrid,1964).