Miguel, alias Micky

Retales


Aunque los amigos le llamen Micky, él se hace llamar Miguel. Solo a sus amigos, y en privado o petit comité, tolera que lo hagan. Simplemente no le gustan las abreviaturas de nombre.

Miguel no es joven, pero no es mayor, es de esa clase de gente que cuenta con una edad indefinida; en verdad eso le favorece porque cuando le conviene acentúa una u otra, según la ocasión.

A Miguel le gustan los hombres. Su vestuario no le delata. Hoy en día eso no plantea problemas, o eso dicen; desde que empezó la democracia va siendo progresivamente más fácil.

Desde fuera todo se ve muy claro, muy fácil, aunque Miguel sabe que ni es tan fácil, ni está tan claro. Hace años, cuando los gays dejaron de figurar en uno de los apartados de la ley de vagos y maleantes donde se les incluía con la justificación concretada en lo siguiente “Maricones y gente de mal vivir”, su situación social cambió.

Miguel se atrevió, como muchos, a salir del armario y cuando tuvo pareja podían pasear cogidos de la mano. Ahora ya no es tan sencillo; según él es mejor no mostrarse cuando se atisba riesgo de incomprensión y en algunos casos de violencia.

Si habla con alguien que se manifiesta como heterosexual —heteros los llaman, lo clásico hombre-mujer— surge la incomodidad, porque los clásicos quieren saber según las normas clásicas cómo se lo montan ellos. Es decir, quién hace de hombre, quién de mujer, …

Miguel intenta dejar claro que no hay papel de hombre-mujer entre ellos, que todo depende. ¿Depende de qué?, insisten los preguntones. Depende del día: hoy tú, mañana él. Así se callan, aunque no entiendan. Son inconvenientes, preguntan tanto que incurren en preguntas que ellos, cómo “normales”, (así deben definirse), nunca tolerarían que se las hicieran.

Ser gay consiste en sentir, como cualquiera, como todas las personas lo hacen, sea cual sea la forma en que cada uno lo haga. Cada cual siente a su aire, ¿no es así? No hay protocolo de cómo se debe sentir. Eso es lo que se debería entender, córcholis.

Miguel, que es más bien reservado, no lo muestra siempre. Si conviene lo oculta a sabiendas y lo sabe hacer (se acostumbró por aquel entonces) y, si considera que no hace falta prevenir o defender su intimidad, se muestra tal como en realidad es. En verdad tiene la ventaja que externamente no se le nota como a otros; Miguel no tiene “pluma”.

Miguel a día de hoy tiene pareja, pero algunos de sus amigos hetero no la conocen, o debería decir no lo conocen; eso, no lo conocen. Ambos tienen amigos comunes, pero con los heteros tienen cuidado. Los conozco bien, a los dos, y no acabo de entender esta reticencia de darse a conocer con sus amigos heteros, y es que yo no la padezco, debo ser una excepción, aunque no conozca la razón. Nunca se me ocurrirá preguntar al respecto.

Cuando frecuentan bares o locales nocturnos donde no les conviene, no se muestran como pareja. Y cuando lo hacen en solitario o incluso cuando van juntos Miguel tiene una amiga lesbi con la que se auto-protegen. Él se quita de encima a los hombres que no le interesan y ella a las mujeres. Así los tres tan a gusto. Y no son bisexuales, no.

Miguel es un hombre educado, con una cultura amplia en muchos sentidos. Nunca habla de sus años en la universidad y menos aún de los de la escuela.

Son años duros para las personas que no son al uso en cuanto a orientación sexual o en cuanto a género. En un momento u otro lo descubren y lo pasan mal. Su temor a no ser aceptados les tortura; sus sentimientos, ellos mismos lo dicen, son como los de todo el mundo, al fin y al cabo, son personas y nadie tiene poder o derecho a controlar los sentimientos de otro, sea cual sea su orientación sexual.  Pero la burla declarada u oculta la sienten, la notan.

Hoy en día parece que todo eso ya es agua pasada; no es así.

El otro día nos encontramos Miguel y yo para tomar algo y quedó claro que ya no se siente libre de ir de la mano de su pareja por la calle. La moral social, a su juicio, está retrocediendo; pues claro, y no únicamente en ese tema. La defensa de la comunidad LGTBI se ve en las calles, en la prensa, en la televisión, en las series… pero la mentalidad de muchos no deja de contemplarles con la moral de antes.

De hecho, aunque haya muchos que son tolerantes y no les importa, su curiosidad, o ignorancia de no saber si sienten o no como ellos, que sí que son personas al uso, no es que facilite mucho las cosas.

Si fuéramos capaces de entender que la orientación sexual, el género, es diverso y que cualquiera que sea esa orientación lo que hay en realidad detrás de cada uno es una persona y que cada cual atienda a sus sentimientos; así podríamos decir… “Menos lobos Caperucita”

Pero siempre hay un pero; siempre y cuando ellos también respeten lo “clásico”. Y quizá, precisamente, hoy día nadie respeta a nadie.


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