No podré descansar jamás
de esta humanidad a la que soy adicto.
No dejará nunca de asombrarme
verla transgredir el límite,
directa a lo sublime, o a lo abominable.
Y así la amaré y la odiaré
hasta que los huesos
me revienten de respeto.
Incapaz ya de tener paz,
herido mortalmente de vida,
tengo que gritar toda su belleza hasta el final.
Es mi obligación, mi condena, mi libertad:
no poder descansar jamás.
Fotografía de un grafiti de Bansky.