La ciudad se ha cubierto de blanco. Desde el cielo las personas parecen bolitas de confeti esparcidas por los rincones. El blanco te ha hechizado y ya es sin duda tu color.
Al llegar a casa, en el buzón encuentras un sobre sin remite. En su interior, solo una hoja, con una leve línea, que reza así: Siempre es pasado mañana.
Recuerdas que la cita pertenece a un gran poeta, que no hace mucho leíste en redes.
Esa frase se ha colado de nuevo en tu vida, no dejas de pensar en ella y en la suerte de que exista ese pasado mañana que no llega nunca.
Un pasado mañana sin rostro ni nombre, fugaz como un pájaro que vuela hacia nuevos horizontes, hacia nuevas esperanzas, hacia esa fascinación o ese estupor que da la vida.
Trazas una línea recta que vaya de hoy hasta ese día, y resigues sus infinitos puntos. No esperabas que el camino durara tanto, ni que la eternidad fuera como la nieve, helada y blanca.