La sombra de Black María alumbrando

Semana de difuntos

Ernest Borgnine ejerciendo de satánico líder en La lluvia del diablo (Robert Fuest, 1975).

La lluvia del Diablo (Devil´s Rain, 1975), estrenada en España en 1977, es una película de terror de serie B considerada fallida por casi todos los críticos cinematográficos que se han ocupado de ella. Leo en una dirección de cine en lengua castellana bastante difundida, no peor que la sobrevalorada Rotten Tomatoes, que es: “sucia, irregular, intrigante, llamativa, mediocre, siniestra y diabólica”.

Producción estadounidense rodada en México, concretamente en Durango, y dirigida por un director británico por entonces bien considerado, cuenta con un reparto lleno de viejas glorias del cine. Y también con dos o tres curiosidades de las que hablaremos más tarde. Robert Fuest (1927-2012), su director, hizo aportaciones notables al cine de género: las dos películas del Doctor Phibes son auténticas obras maestras. También a la televisión de su tiempo, había comenzado su carrera como director artístico en la primera temporada de la inolvidable serie Los vengadores (The Avengers) a comienzos de los años sesenta.

Ernest Borgnine (1917-2012) despliega una interpretación histriónica y al mismo tiempo bien temperada, en muchos momentos genial. En cambio, Ida Lupino (1918-1995), actriz y directora consagrada, una de las cineastas más dotadas y relevantes del cine norteamericano, mantiene en la pantalla una presencia gris y anodina. William Shatner, Joan Prather y Tom Skerritt, todos ellos vivos aún, cumplen su papel con profesionalidad. Shatner está lejos de su trabajo en la genial Incubus (1965/66) de Leslie Stevens (1924-1998), a la que sin duda debe muchas cosas esta película de Fuest. Incubus es contemporánea de Andrei Rublev (1966), la obra maestra de Tarkovski (1932-1986). Recomiendo a los que han visto las dos que piensen, para mejor enloquecer, en sus similitudes. Que las hay, siendo por lo demás inexplicables. 

Eddie Albert (1906-2005), Keenan Wynn (1916-1986), Woodrow Chambliss (1914-1981), este último aparece junto a Travolta en los títulos de crédito (el más viejo y el más joven), y el mejicano Claudio Brook (1927-1995), todos ellos secundarios notables, cumplen con eficacia profesional su papel.

Entre las cuestiones a destacar de esta película, más allá la de la anécdota de que en ella hiciera su primer papel John Travolta como adolescente satánico, o que Joan Prather le iniciara en los misterios de la “Scientology” regalándole el libro de Ron Hubbard (1911-1986), fue la participación (no restringida sólo a un breve papel) de Anton Lavey (1930-1997). 

Vista la película dos veces, en un entorno breve de tiempo, resulta menos incomprensible y fragmentaria de lo que aducen numerosos críticos. La narración base es obra de tres guionistas y acabó siendo novelizada por Maud Willis, seudónimo de Eileen Lottman (1927-2013) especialista en este tipo de trabajos literarios muy populares por entonces.

Si uno presta atención a lo que tiene delante, no sólo a las expectativas propias como espectador o crítico, se encuentra con un trabajo profesional inteligente y eficaz. Y algo más… Quizá fue el error de Fuest, junto con un presupuesto irrisorio, lo que condujo su obra a un profundo desencuentro con el público. Fuest negaba que el cine fuera “arte” pero señalaba que este último, considerado como un ingrediente, podía ser insuflado al primero mediante un trabajo expreso. Picasso dejó claro que, si supiera lo que era el Arte, lo primero que haría es no contárselo a nadie.

¡Atención a los títulos de crédito y a las imágenes del Bosco que se coordinan con cada partícipe del film! En concreto la del propio director.

En el Arte, al contrario que en la vida, no existe lo accidental. Pero no hablamos de aritmética sino de otra cosa, la misma que insinuamos si concebimos un paraguas como una bandada de murciélagos descomprimida. Tanto las ceremonias, como los cánticos de la secta, fueron realizados en la lengua enoquiana. Incubus fue rodada en su totalidad en esperanto, añadiendo en ambos casos a los respectivos celuloides una sensación de ajeneidad inquietante. ¿Arte?

¿Puso punto final a su carrera cinematográfica Fuest por “exceder lo visible” con su obra? ¿Fue esta película financiada por la mafia, como afirmó muchos años después Ernest Borgnine que además adujo no haber cobrado un dólar por su trabajo? Tonio Alarcón, en un podcast que hemos grabado con El Gran Reptil, aporta datos fidedignos sobre esta teoría… (Necromovie.com). Cuestiones de difícil respuesta, abiertas a numerosas interpretaciones, más aún tras la publicación de la novela Parpadeo (Flicker, 1991) de Theodore Roszak (1933-2011).

¿Qué se puede hacer con un buen acopio de almas? Lo que fuera un argumento perteneciente de pleno derecho a lo fantástico, adquiere hoy verosimilitud y publicidad en las consideraciones transhumanistas que emite como flatulencias verbales el repulsivo portavoz del WEF. ¡Que la Señora del Cielo siempre nos proteja…!

El abrazo final de Ernest Borgnine y Tom Skerritt contiene dinamita, no sólo por sus insinuaciones homosexuales. Como lo tiene el enfrentamiento de la secta con el cristianismo en el pasado, y con la ciencia en el momento del rodaje.  La captación y captura de arquetipos al servicio de manipulaciones secretas: el Cáliz y el Libro.

Las influencias de El último hombre vivo (The Omega Man, 1971) dirigida por Boris Sagal (1923-1981) basada en la novela de Richard Matheson (1926-2013) o la ya citada Incubus incitan a la reflexión. La lluvia del diablo se hizo incómoda por ser una película marcadamente religiosa que hace pocas concesiones a las creencias del espectador de su tiempo. A pesar del formato de género. No digamos ya el impacto que propone al espectador español medio actual que ha sido condicionado para considerar cine lo que perpetra un gañán como Pedro Almodóvar.

No podemos excluir las políticas internas de la Iglesia de Satán (COS) y las ideas de su fundador Anton Lavey sobre el numero 9: 1966-1975-1984-1993-2002-2011-2020… En 1975 se produjo el cisma y la escisión pertinente de Michael Aquino. Nacía “El templo de Set”… No es raro pues que Nicholas Schreck, yerno de Anton Lavey y a quien este despreciaba, calificara la película como mediocre y sin interés en su The Satanic Screen (2001).

Consigan cuanto antes un buen paraguas…