En Arte y Literatura no conviene plegarse a los hechos ni a la verdad, sino construir imágenes e historias que despierten la atención del lector, sea a través de la mentira o la mistificación. Se trata de mentir y de hacerlo bien. Al respecto, escribe Óscar Wilde en La decadencia de la mentira1 que «una de las principales causas del carácter vulgar de la literatura es, sin duda, la decadencia de la Mentira como arte, ciencia y placer social».
La Mentira, con mayúsculas, es el territorio del Arte y la Belleza. ¿A quién le atrae que un literato repita lo que pasa en la calle cuando ansiamos descubrir en sus novelas situaciones que subviertan lo habitual? ¡Donde se instale un buen catálogo de mentiras que se retire la verdad!
El verdadero artista sabe mentir. Los otros, los que reproducen con esmero la realidad de las cosas, quizá sean periodistas, fotógrafos o pedagogos, pero no artistas. En Arte no sirve el duplicado; ni siquiera la caricatura. En su opúsculo, Oscar Wilde se lamenta de aquellos novelistas que visitan la Biblioteca Nacional o el Museo Británico para documentarse sin rubor sobre algún tema. Gente incapaz de apropiarse de ideas ajenas. La verdad y la honradez son vías muertas para la creación literaria.
Escribe Wilde: “hay muchos jóvenes que al comienzo de sus vidas disponen de un don natural para la exageración que, debidamente estimulado, podría llegar a convertirse en algo realmente grande y maravilloso. Pero por lo general se quedan en nada o adquieren el desconsiderado hábito de la exactitud…” Y más adelante concluye: “Si no es posible hacer nada para controlar, o al menos modificar, nuestra monstruosa devoción por los hechos, el Arte se volverá estéril y la Belleza desaparecerá de la faz de la tierra”.
Moraleja
Considerando lo anterior, trate de guiarse en lo sucesivo por las normas siguientes:
– Mienta, invente, finja, robe ideas… calumnie, si es preciso. ¡Que ninguna exigencia de veracidad se interponga entre usted y su pluma! Huya de la honradez y la corrección política. Olvídese de los hechos. Usted es un artista, no un microbiólogo.
– Si no cuenta con la suficiente imaginación y le parece oportuno presentar pruebas a favor de las mentiras que está urdiendo, es mejor que diga la verdad sin más. Argumentar para dar verosimilitud a lo que inventa es tan prosaico como explicar la gracia de un chiste con una nota a pie de página.
– Frente a los políticos, los periodistas o los abogados, que se limitan a tergiversar los hechos, déjese llevar por la impostura del auténtico mentiroso: ofrezca aseveraciones desvergonzadas y atrevidas, muéstrese irresponsable y evite cualquier tipo de justificación. El Arte y los lectores se lo agradecerán.
[1] Oscar Wilde: La decadencia de la mentira. Un comentario (Acantilado, 2014).