La lengua y las patrias

Lengua de lagartija

Sabedor de que me importa un bledo el tema de las preeminencias idiomáticas, un amigo me dice que la lengua es la patria de los escritores. Algo parecido sostuvo el gran Fernando Pessoa, pero no estoy de acuerdo. Para mí la lengua sirve sobre todo para gustar helados y, más que nada, llevar a cabo deliciosas procacidades con las personas que te atraen sexualmente, siempre que te correspondan. Vuelvo a sostener que no soy patriota de ninguna patria, palabra que se me antoja algo obscena en vista de la sangre que se ha derramado en su nombre. De todos modos, si tuviera que elegir una patria, la mía sería la ducha, que es el lugar en el que nacen la mayoría de las historias que termino volcando al papel. Así se lo hice saber a mi amigo. Ahora, eso sí: jamás daría la vida por mi ducha.