Las catedrales góticas son edificios imponentes. Se levantan con jactancia estática como un prodigio estructural que parece desafiar las leyes de la gravedad. La construcción gótica pretende alcanzar el arrebato estético a base de sillares estirados, ventanas apuntadas y haces de columnitas. Pues bien, estas construcciones tan audaces no son más que un juego de contrapesos.
El arquitecto interviene como si de un político se tratara, esto es: conocer las fuerzas y dirigirlas hacia donde a él le conviene. Como un dirigente político, el arquitecto trata de evitar tensiones no controlables y ante cualquier empuje dispone el parapeto contenedor conveniente.
Así van las cosas estructurales:
-
A toda fuerza le oponemos una piedra o un montón de ellas. Allí donde aparece una fuerza que va de arriba a abajo se coloca una columna, y si se trata de un haz de fuerzas, se coloca un haz de columnitas, estas tan gráciles que el arte gótico nos ofrece.
-
Es cuestión de conseguir que haya un solo tipo de empujes. Se evitan los esfuerzos de flexión y se procura, mediante la forma, que toda fuerza sea de compresión. Ya se sabe que estas son siempre más controlables y, con la piedra adecuada, estas fuerzas se dominan muy bien. Se trata de utilizar las piedra para controlar la situación y las fuerzas.
-
Mediante la estereotomía (tallado de las piedras) dirigimos las fuerzas de la cubierta a los bordes de la bóveda y ahí colocamos una arista que nos conducirá los esfuerzos a la columna correspondiente. Así conseguimos que toda fuerza quede enterrada en los cimientos.
En cuanto a los empujes:
-
A todo empuje le contraponemos una masa.
-
Todo lo que empuja por el interior de la nave gótica se contrapesa en el exterior de la misma. Si dentro de la nave hay imágenes de santos y mártires, en el exterior colocamos gárgolas espantosas y monstruos bicéfalos.
-
Contra los empujes de las bóvedas interiores colocamos los arcos arbotantes exteriores. Si aquellas bóvedas de dentro se ornamentan con ángeles y serafines, en los arbotantes exteriores colocamos demonios y dragones como contrapeso.
La lógica estructural no es más que un trabajo de ir disponiendo el pedrusco adecuado en el lugar y la forma precisos y conseguir con ello una organización espacial que debido a su monumentalidad provoque miedo y sometimiento.
Así dispuesto el espacio, en el interior de la catedral puede producirse una catarsis y algún mareo, a esto contribuye también el efecto del incienso y los cirios encendidos. El espacio gótico y los sermones desde el púlpito, cuyo eco rebota en las paredes y vitrales, no contribuyen a la reflexión, sino más bien al furor místico o algo así.