Es cosa conocida y casi casi aceptada que la arquitectura es un arte al servicio del poder.
Ya antes del Príncipe del Renacimiento y hasta los desmanes hitlerianos o estalinistas, la arquitectura ha ido amontonando piedras para satisfacer la vanidad de los que mandaban. Todos los poderes políticos y económicos han caído en la tentación de la monumentalidad y la suntuosidad de las arquitecturas engreídas.
Hoy, en tiempos líquidos, se ha construido una arquitectura de ostentación líquida cuyos cimientos se apoyan sobre unos estratos sólidos conocidos: intereses económicos y propaganda política. Y ahora, a estos estratos que son más o menos duraderos, se añade el estado líquido que caracteriza nuestro tiempo: teatralidad, inutilidad y vanidad.
Al viejo lema vitrubiano firmitas, utilitas, venustas (firme, útil, bello), nuestras autoridades han añadido el calificativo de vanitas y los arquitectos de campanillas añadieron el de mediocritas.
Analicemos pues el lema hoy renovado de Vitrubio:
1) Firmitas (Solidez)
Las arquitecturas de la era de la ostentación líquida están sobredimensionadas, hay más hormigón del debido, más cristal, más acero y más presupuesto y por lo tanto nos han costado más caras y han generado más comisiones.
2) Utilitas (Funcionalidad y utilidad)
La utilidad de muchas de las obras construidas en la época de las vacas gordas es cuestionable. Gran parte de la arquitectura de la ostentación líquida se ha construido sin saber para qué servía. Obras que, una vez terminadas, no se ha sabido cómo llenarlas. El territorio ha sido ocupado de forma arbitraria y se han construido edificios insostenibles cuyo mantenimiento es costosísimo. Lo que menos importa en estos tiempos líquidos es que la arquitectura cumpla el servicio que se le requiere o que refleje el tono artístico que le corresponde, lo que interesa es la foto del día de la inauguración y ya está.
3) Venustas (Belleza)
Aquí es donde meto el dedo en la llaga. Afirmo que la arquitectura de la ostentación líquida es fea de solemnidad. Los arquitectos que fundamenten sus edificios sobre estratos líquidos no parece que atiendan al orden y a la proporción, han proyectado verdaderas sandeces constructivas y estructurales. La contención formal ha brillado por su ausencia. Ostentación y mesura son incompatibles. El orden formal ha cedido a la orden que daba el político o promotor de turno y la proporción ha sido sustituida por a la vanidad.
Así pues, el lema vitrubiano corregido y aumentado pasó a ser:
ipsum firmitas, parum utile, invenustum, vanitas, mediocritas (muy firme, poco útil, feo, vanidoso, mediocre).
Total, un cúmulo de despropósitos, que si lo decimos en latín puede quedar como una bonita ocurrencia líquida.
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