Resulta muy difícil describir los colores de Venecia. La amplia gama cromática y las atmósferas de Giorgione o Tintoretto se diluyen en la atmósfera. Son los colores del aire que flota sobre el canal de La Giudecca, por encima de las iglesias, por encima del laberinto de calles y por encima del bullicio.
Nadie ha podido asegurar si los colores son verde-azul, gris-verde, ocre-azul o color pardo como el de un gato que huye. Creo que la magia radica en la intangibilidad de la densidad de su atmósfera húmeda. El color viene dado por el reflejo de la civilización, por la ostentación lujuriosa de los palacios y de las iglesias y por el cúmulo cebado de la historia.
Para captar colores y atmósferas, no molestan ni los vaporetos ni los paseantes ociosos. La maratón frenética de la actividad turística no distrae la mirada atenta, pues este cafarnaúm forma parte de la Venecia que todos amamos.
Miro embelesado las cornisas y los adornos de las casas. ¡Cuánta arquitectura que va disgregándose! Hay, sin embargo, una reparación constante de las viejas construcciones. Aguantar en pie todo este urbanismo es un trabajo enorme que no se acaba nunca.
No sé si, a pesar de todo, los angelitos esculpidos de las fachadas están de acuerdo con tanta rehabilitación, estoy convencido de que ya quieren acabar, dejar los fríos paramentos venecianos y volver a su mundo celestial. Los angelitos caen de noche, cuando ya no hay gente por las calles, no quieren hacer daño a nadie y caen a oscuras.
Si hacemos una reflexión estética o simplemente una reflexión geométrico-intuitiva, podemos concluir que los mil pedazos de angelitos rotos, esparcidos por el pavimento veneciano, dibujan una geometría fractal que debe ser el reflejo de su anatomía desmenuzada.
¿No creéis que esta geometría ya fue intuida por Rafaello? ¿Es posible que los seres celestiales tengan una anatomía fractal?
Los angelitos que pintó Rafaello eran barrigudos y sus mejillas eran curtidas. No parecían tener una anatomía fractal, eran de pediátrica complexión. Los angelitos de Rafaello son manieristas, es un arte que habla de arte y de civilización y todavía no se han vuelto acaramelados como pueden ser los putti barrocos.
Los ángeles venecianos son como pájaros mecánicos de piedra, sin maquinaria. Han estado años y años a la intemperie inclemente, respirando la sal húmeda de la marea alta dirigiendo su mirada apagada a venecianos y turistas. Más de uno quedó deslumbrado por un flash que se estampó en su rostro, petrificándolo. Son serafines duros y minerales, quebradizos. La morbidez del angelito de Rafaello no se romperá nunca.
Esta especulación es una apuesta que no busca nada más que la producción de imágenes mentales y que pretende dar corporeidad a lo que es inmaterial: el aliento subjetivo, lo incorpóreo y la informalidad, lo que no conocemos y que probablemente no conoceremos nunca. Así, pues, no nos va nada mal intentar encontrar formas de anatomías desconocidas para dar consistencia al hálito y a la niebla.