El tendero sisaba metódicamente en el peso: 25 gramos por kilo, exactamente. A lo largo de su vida estafó más de 25 toneladas a sus confiados clientes. Murió aplastado por una gran roca, de peso similar, al tomar una curva en una carretera suiza. Sus clientes, consternados e inocentes, arrojaron cada uno en el entierro un puñado testimonial de tierra (de unos 25 gramos) sobre su ataúd de caoba.
Imagen de Edu Barbero. Texto de Teo Serna