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«Como sede de un big bang, cada punto-tiempo
se desvanece en cuanto ha aparecido».
Zygmunt Bauman: Vida de consumo
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En el siglo XX los jóvenes fueron protagonistas de revueltas y de contracultura política en muchos lugares del mundo: «el futuro es de los jóvenes», se decía en el siglo pasado; hoy esa percepción ya no existe y los jóvenes no hacen revoluciones.
Pascal Bruckner dijo en La tentación de la inocencia1 que el siglo XX inventó dos figuras de la movilización: el revolucionario y el animador profesionales. El primero dejó de emocionar a las multitudes desde que sus promesas de justicia se convirtieron en una pesadilla; pero el segundo cosechó un éxito ilimitado y se convirtió en el organizador de las distracciones y la diversión.
El tecnoliberalismo ha conseguido, desde mediados de la década de los noventa, neutralizar las energías insurgentes de la juventud mediante las distracciones y la diversión. En las dos primeras décadas del siglo XXI, se ha desviado a los jóvenes de la acción política y es el sector social más implicado en el consumo tecnológico, en el mundo de internet. Cuanto más tiempo pasan los jóvenes enganchados a la pantalla, mayores beneficios económicos obtienen las corporaciones digitales con la publicidad y sus datos.
La idea de que después de las ideologías la fuerza positiva del individualismo haría posible el despliegue de todas las potencialidades humanas entró en crisis. La utopía de que las nuevas tecnologías ofrecerían al individuo nuevas posibilidades de realizarse se ha convertido en una distopía. La fun society convierte la diversión en un motivo de vida sin precedentes en la historia de las civilizaciones y su influencia crea muchos de los problemas del mundo actual
El sociólogo Zygmunt Bauman y el psicoanalista Gustavo Dessal ya constataron hace una década en El retorno del péndulo. Sobre psicoanálisis y el futuro del mundo líquido2 de que crece el número de adolescentes que se sienten instados a crear identidades más grandes para sí mismos, como las celebridades que ven retratadas en los medios de comunicación: «Las identidades más grandes implican en primer lugar una mayor exposición: más gente mirando, más personas (usuarios de internet) con posibilidades de mirar, más devotos de internet estimulados/excitados/entretenidos por lo que han visto, y estimulados hasta el punto de compartirlo con sus contactos (…) Internet facilita enormemente la tarea de la reinvención, hasta un punto inalcanzable en la vida desconectada; he aquí, sin duda, una de las razones más importantes por las que la nueva ‘generación electrónica’ pasa tanto tiempo en el universo virtual, un tiempo que crece a ritmo constante a expensas del tiempo vivido en el ‘mundo real’».
Hoy el tiempo percibido por los jóvenes no es cíclico ni lineal, es puntillista, cada punto es minúsculo, pero cualquiera de ellos puede convertirse en un big bang. Bauman lo explica en Vida de consumo3:
«La vida de la generación joven se vive hoy en un estado de emergencia perpetua. Es preciso mantener los ojos bien abiertos y aguzar los oídos de forma constante para captar de inmediato las visiones y los sonidos de lo nuevo: lo nuevo que siempre ya-está-viniendo, a una velocidad solo comparable a la de un bólido que pasa y que se esfuma en un instante. No hay momento que perder. Desacelerar es derrochar».
Los jóvenes, en realidad, ya no gozan de las condiciones propicias para poder decidir su futuro. Para ocultar un futuro sin empleo en una tierra asolada, saqueada y con desesperadas expectativas, se les vende la idea de una generación que aspira a ser influencers, fundadores de compañías emergentes o alinearse con los valores empresariales que compiten con sus semejantes por el éxito individual.
Sobre los nacidos en torno al cambio del milenio, Éric Sadin constata en Hacer disidencia. Una política de nosotros mismos4 que: «El uso descontrolado de pantallas, de aplicaciones de exhibición personal, el visionado de videos de todo tipo, tiene un valor catártico y da la sensación de que gracias a todas estas técnicas uno puede por fin llevar una vida más o menos como le plazca. No obstante, es probable que de vez en cuando surjan sentimientos de malestar, debido a que las relaciones con los demás, y también con la realidad, tienen lugar a través de píxeles. ¿Cómo calificar ese ethos sino como el hecho de moverse continuamente en una vía sin salida, de ser los herederos de una situación sin horizonte alguno y que pesa a cada instante?»
Las élites son conscientes del enorme potencial insurgente que suponen millones de jóvenes mal pagados y explotados y que pesa sobre ellos el reemplazo por parte de robots, pero saben también que el latente activismo de los jóvenes en la red seguirá desarrollándose de manera inocua, sin que se logre ningún cambio radical ni funcional, gracias a la atomización de la vida digital y a la distracción generalizada.
Los jóvenes, además, no tienen a nadie a quien acudir en busca de asistencia o solución; como dice Éric Sadin, los jóvenes que entran en la vida adulta: «Saben muy bien que las ayudas circunstanciales o las reformas de fachada —incluso la renta básica, considerada ahora por algunos la salvación salvadora— no son más que paliativos limitados, planteados por responsables políticos ajenos más que nunca a la realidad y que, decididamente, no entienden nada de sus aspiraciones ni del espíritu tan singular de la época».
Tanto la derecha como la izquierda hacen promesas para los jóvenes con vistas a las elecciones presentes o futuras, pero en el fondo solo se trata de proteger su silla parlamentaria, después se olvidan de ellos o se los reprime, como denunciaron Guilles Deleuze y Félix Guattari en El Anti-Edipo: Capitalismo y esquizofrenia5: la represión policial es tanto más necesaria cuanto menos jóvenes necesita el mercado laboral.
«Tener veinte años en los años 2020» podría ser, dice Éric Sadin, el nombre de un primer pico generacional que sufriría duramente, y casi sin ninguna protección, las consecuencias de decisiones económicas y políticas cada vez más salvajes practicadas durante décadas: métodos degradantes en el mundo del trabajo, paro crónico, agravamiento de las desigualdades, retroceso de la solidaridad y los servicios públicos. Solo esquivarán ese sufrimiento los jóvenes de las familias adineradas.
(1)Pascal Bruckner: La tentación de la inocencia. Anagrama, 1995.
(2)Zygmunt Bauman, Gustavo Dessal: El retorno del péndulo. Sobre psicoanálisis y el futuro del mundo líquido. FCE, 2014.
(3)Zygmunt Bauman: Vida de consumo. FCE, 2007.
(4)Éric Sadin: Hacer disidencia. Una política de nosotros mismos. Herder, 2023.
(5)Guilles Deleuze, Félix Guattari: El Anti-Edipo: Capitalismo y esquizofrenia. Paidós, 2005.