A Mad Pirvan
Anoche entré en un burdel.
Pagué por abrir la puerta de
su mirada, pública, y descender
cuesta abajo,
hasta el borde del corazón, privado,
que bombeaba aquellos ojos abiertos.
A punto estuvieron
de saltarme las bisagras;
pero el ilusionismo es lo que tiene,
en el instante previo
al punto de no retorno:
ella desapareció, como la luz
de un neón recién resenchufado.
Sólo pude abrazarme al humo
que dejó su ausencia
y maldecirme constantemente
por haber entrado al prostíbulo
con el dinero justo
para un sólo poema.